viernes, 7 de febrero de 2003

El jueves nada, antes de irme a la fiesta cubana decidí hacer un doblete y pasarme por el Palace. Le tocó una estancia en América a Noe y luego me tocó a mí otra en el mismo país, la entregaba Miss Universo, pero yo no me hice la foto ni me dio los besos porque había salido fuera alegando una necesidad y estaba haciendo una llamada necesaria, oyendo cosas bonitas y pelín místico, porque temblaba (de frío, de emoción, de frío) y levitaba un poco. En tan amoroso trance, volé tan alto, tan alto, que a la caza le di alcance. Y mientras me llamaban y me llamaban desde dentro. Mi redactor jefe se había rajado cuando le quisimos presentar a la Miss, a pesar de ladear la cabeza al unísono conmigo cada vez que ella se agachaba a ocultar su mano inocente dentro del saco de las papeletas mientras que su escote culpable se desocultaba con el movimiento. En fin, otro mito que cae. Pero al final tuvo que salir y dar los besos y sonreir en la foto. Cuando volví me cantaron una que me sonó: “eres un cabrón hijoputa, lalalala lalalala lalalala”, pero me dieron el premio. Y la idea (no mía, lo juro) es compartirlo con Noe, siete noches en su hotel y cinco en el mío. Qué bien, 12 noches durmiendo de nuevo en la misma habitación, esta vez bajo el calor tropical. ¿Me respetarás, no, Noe? Luego bailamos, orquesta en vivo, Miss Universo, una ministra de aquél país, muchas copas. Decidí meterme un trocito. Y le guiñé el ojo a una señora asombrosa porque era de la quinta de mi abuela y bailaba y eso. Así que se vino contra mí como un búfalo y tuve que hacer unos pases, mientras me contaba que trabajaba en Ameri can Air lines la compañía aerea con más volumen de facturación del mundo, haciendo la revista, la mejor de las que se hacen y que era “americana”. Se quedó con las ganas de añadir que era la sede del imperio, el país más principal. Ay, cómo son estos yankis de tiernos, que candor, yo es que me espiporro. Debería haberme ofrecido unos dólares por un scort, pero visto el plan en el que iba, parecía más bien que se iba a inclinar con agasajarme con unas cuentas y unos espejitos o con un par de cervezas. Buds, claro.
(seguiré) (digo yo)

jueves, 6 de febrero de 2003

Me ha despertado una voz dulce, frágil y amorosa (no, las brujas no). Y así, sin pisar ni un centímetro de asfalto, he llegado hasta la redacción no demasiado tarde y notablemente feliz. He terminado enseguida el plastazo que tenía que entregar. Sólo he tenido llamadas agradables de gente bonita durante toda la mañana. S, la chica del vestido rojo, llamó para agradecerme que cuidase de su amiga la noche que me la dejó. Dice que ha dicho que soy un caballero. Me han encargado un reportajillo de a cincuenta mil que me ha puesto muy contento, porque el último lo terminé en dos horas y cuarto, a veinticinco mil la hora, y a mí me gusta cobrar estos sueldos de profesional de lujo. Y además porque veo que otra vez cuentan conmigo por aquí y me siento más integrado, snif. Me he ido con el maquetador a donde los kebaps y el camarero se quería venir con nosotros al parque a comer y a tocar la guitarra. La turca pelirroja nos ha saludado muy sonriente, “¡cuanto tiempo!”. Luego la he inventado una vida “tuvo un novio, pero era malo malo, va directa del trabajo a casa y está deseando que la invitemos a salir”. Hemos recogido a María, nos hemos sentado en la hierba, Kike ha tocado la guitarra, flamenco sobre todo. Los gorriones se han puesto a nuestro alrededor y yo les pasaba trocitos de pan y comían de mi mano. Un pastor de los Pirineos blanquigris muy bonito ha venido como loco a jugar conmigo, precisamente el único que tiene miedo a los perros. Nos hemos fumado unos porros, hemos cantado la chica de Ipanema bajo el sol. Luego me voy al estreno de Mortadelo con amigos, compis y niños.
Coño, qué día. Parece un anuncio de compresas.

miércoles, 5 de febrero de 2003

¡oh!
Estoy tan impresionado. Hoy un amable lector ha llegado hasta mi página buscando un verso de Quevedo, concretamente "arrojar la cara importa". Me siento lleno de gratitud.
También quiero saludar al que trataba de localizar "poesías de boda", justo debajo. ¿Todavía no las has encontrado? ¿Buscamos un padrino más competente? ¿Me encargas una?
Y un recuerdo muy muy especial para bob y Olga, que justo ahora están en la puerta del gimnasio esperándome (perdón, perdón, no me mateis, te llamo, amor, y cojo un taxi. Id pidiendo. La comida japonesa no se enfría, ¿no?)
Msgs q tngo n mi mvil

No pasa nada, ya ves que sólo ha sido una charla rapidita para ver como estabas. Me alegra saber que estás mejor. Como amante no puedo opinar... todavía. Besos.

Batería? O dije algo malo? Jajaja. Buenas noches.

Que sí, que este mes estás fuera. Tranqui.

Acabo de leer tu post y bueno... quería saber como estabas... Un beso y un abrazo (muy muy fuerte)

El reportaje genial. He descubierto esa parte de mi ciudad que no conocía. Besos y abrazos pa ti, los jotas y L. Musus.

Vale, veo que nos entendemos... Mwhahahaha... (...)

Pues no lo cuentes.

(...)todo en clave, todo en clave...

Bueno, m cnformo cn q no pongas q m tocast ls tetas, jodr qué mal..La vrdad s q no sé p qué t djé..n fin,q no lo pngas, sino (...)

Por mi perfecto, yo no t he querido molestar ste finde. Pq m dijiste q stabas liadillo. Pero cuando quieras!

Vyfito, amor! Cmo stas? Ls ultimas noticias muy liado... Te mando recuerdos y besos de colores.

Jajaja... puedes contar lo que quieras, pq en realidad no pasó nada,eso sí, no te tires pegotes... Q tal? Yo he pasado 1 día resacoso a pesar de bbr solo 2 copas, q mal

Juas! Anda trasto.

Haría muchas cosas por ti.

Jo!

Te beso más dulce.

No he podido, te la debo para mañana. Te beso sin prisas. Tu me entiendes ¿Tú me entiendes? Gracias x el msg, me dio cosquillas.

Uf. Me has hecho llorar Vyf. Gracias Vyf. T quiero.

Gracias por el msg, si me siento mal, pero es de Gelocatil J me gusta mucho poder ponerte voz, manos, piel y sobre todo ojos. Gracias. besito.

(...) Acabo de leerlo! Jo escribes muy bien muy bien. Me gusta leerte.

Joo, mierda!no h estado nada cntigo, mil disculpas d verdad q lo siento. Suerte? Ya la h tenido, eres un cielo.

Esta tarde he tenido un ‘momento Vyf’ cuando al sacar la cartera se me ha caído un condón delante de la gente de clase! cuidate

NOTAS:
-si alguien se siente aludido o paranoico que me lo diga y le quito su mensaje y le pago un siquiatra. Pero no lo digas en los comentarios, burro, que se va a enterar todo el mundo.
-donde pone Vyf suele ir mi nombre offline (¿se dice así, hormiga?), que también tenía uno.

lunes, 3 de febrero de 2003

si esta bien, si esta bien, si es tan fácil,
¿por qué duele así, porque duele así, porque duele así por dentro?
(LOS PLANETAS)

Todo el día dándole vueltas y vueltas. Estoy desquiciado, absolutamente fuera de control. Y no lo entiendo. No entiendo nada. Yo no era así. ¿O sí?
Así que un poquito antes de que se me desenrosque la cabeza y a tan sólo unos minutos de que empiece a vomitar todos esos pistachos voy a parar, templar y mandar, a intentar sacar una generalización de todo esto. A alejarme de Ella y acercarme a mí para comprender. Porque este ataque de pánico no puede deberse sólo al miedo de perder la maravilla de sus ojos de estatua. O sí. Pero yo me voy a inventar una teoría que me explique y me deje más tranquilo.

Veamos. Anoche hablaba con bob y me decía que la gente no te abandona así de repente, que eso no pasa y no me va a pasar. Pues a mí me ha pasado todas las veces. Hum. Recuento (con algo de sexo, para los que se quejaban de que esto parecía la hoja parroquial)

Sara creía que nunca iba a tener otro novio. El anterior la ataba y más cosas con hortalizas. Con 19 años no sabíamos lo que eran esos juegos. Yo pensaba que él estaba loco. Y de repente descubrió que conmigo le apetecía todo lo que pensó que nunca más volvería a hacer. La tarde que la conocí dejó caer uno de mis zapatos en el váter de un bar y tiró de la cadena. Eramos monísimos. La besé en su portal a la semana siguiente. Me metía mano por debajo del pantalón en las terrazas de la Plaza Mayor. Luego subió conmigo a casa de mi primo. Se quitó la falda, la blusa de flores, las bragas, se dejó el sujetador, se apoyó sobre la puerta. La besé. Se tumbó en la cama. Me arrodillé sobre ella. Me acarició desde abajo. Llamó mi primo. Que subía. El cabrón no fue capaz ni de darse una vuelta de quince minutos. Luego llegó el verano y me llamaba al pueblo y me vino a visitar y para septiembre decidió que ya no me quería ver nunca más. Reconozco que no debería haberme dolido, probablemente no lo hizo. Por aquél entonces yo tenía la novia de la capi, Sara, el rollo del pueblo y la novia de Bilbao. Pero soy codicioso, y luego volveremos sobre ese tema.

La innombrable estuvo siete años y medio soportándome (y parándose sutil y constantemente en los escaparates de Pronovias cada vez que nos cruzábamos con uno) hablándome del talento que tenía, de lo diferente y lo aventurero que era y de cómo me brillaban los ojos cuando leía poesía. Y luego decide que soy un vago, que nunca llegaré a nada y que no quiere hablar conmigo ni para felicitarme la navidad. No insistiré más en el tema, que ya está bien.

Meri se lió un ratito conmigo cuando la innombrable y su amiga se fueron de la fiesta para buscar a sus ex novios. Vale, yo en ese momento no sabía dónde habían ido, pero al final fue justicia poética. Estaba encantada y medio desnuda cuando llamaron a la puerta. ¿Qué haceis? -preguntó otra amiga cotilla- ¡Nada, le estoy leyendo un cuento!. Al tercer día fue "mejor que no" y nunca volví a quedar con ella.

I me metió la mano dentro del pantalón en la primera noche. Bueno, en los primeros cinco minutos. Y en el coche de su hermano, mi amigo. Y con él conduciendo. Y nos fuimos a casa. Y me dijo que nunca había sido tan tierno. Y para la siguiente vez (como le contaba a almu el otro día) "¡¡¡tuvimos un rollito sado maso!!!". Justo después de que ella me bajase los pantalones y se arrodillase en el ascensor. La eché de la peluquería de mi ex unos veinte minutos antes de que llegase, perdona, cómo pasa el tiempo, pero juraría que se fue contenta. Así que no podía entender por qué no quería quedarse a solas conmigo en la siguiente fiesta en que nos encontramos. Sólo la he visto otras dos o tres veces.

Ana (hola Ana) me escribió dos cartas de amor que llevo en mi corazón (porque no sé dónde las he puesto) después de que nos enrolláramos el día de la noche que me fui a Londres a vivir. Después de tantos años recordándonos más o menos en la distancia, aquéllo prometía. Y sin embargo cuando volví me dijo que se le había pasado. Y estuvimos unos dos años más sin hablarnos. (por cierto, la semana pasada me dijo Merche, mi ex, que a cualquier novia a la que le hablase de ti se iba a poner celosa -empíricamente cierto- y que estaba destinado a acabar contigo -inexacto, pero bonito-)

(vamos a saltarnos rollos veraniegos, como la de Vigo que depositó el sujetador 120 sobre la cama de mis padres, que me dio un beso nada más verme la siguiente vez, y luego decía no conocerme, o a algunas otras chicas que alegaron al día siguiente que estaban borrachas, como Pascale, de la misma talla, porque si no esto se va a hacer muy largo)

MJ me llevó a casa en coche tres veces hasta que me decidí a besarla. Dos meses y desapareció con su ex novio, también conocido por ella y por mí como "el sicópata". A partir de entonces, sólo encuentros casuales. Eso sí, se esfumó elegantemente. Pero porque ella lo es. Y no sólo por su talla pectoral. Siempre he sostenido que unas tetas bonitas confieren un plus de elegancia en cualquier situación y ambiente. Pero ella tiene algo más, algo así como una distinguida dignidad soterrada, que le aparece mientras te explica con su sonrisa melancólica su último coscorrón contra los mismos muros. Claro que es ella la que los busca, de cabeza.

Merche, la de la tele, no cuenta. Le hice una entrevista, la emborraché (mucho) y me enrollé con ella y seguimos tres meses sin seguir y terminamos antes de terminar. Se supone que era mi novia, pero le molestaba que la viniera a ver a Madrid. Le fastidiaban mis cartas de cinco folios. Nuestra única relación sexual consistió en que la empecé a acariciar, terminó, se dio media vuelta y me explicó que mi cama estaba en la habitación de al lado. Lo cierto es que también desapareció una temporada tras ponerme a parir y decirme lo que siempre me dice: no puedes seguir así toda la vida, tienes que hacerte con una casa, un coche, un perro, una novia, un trabajo decente y etcétera.

De ahí vamos a pasar a Ana la cocainómana. Estuvo tres noches drogándome antes de que me decidiera, el miércoles me dijo que me quería. Era la segunda vez que dormí con ella y sentí que me había enamorado por primera vez, a mis 28. El martes me había instalado en su casa. El domingo me sacó las cosas a la puerta. No se volvió a poner al teléfono.

Ana la multiorgásmica me dijo que me quería antes de conocerme. Me besó antes de preguntarme el nombre, nos acostamos antes de terminar de enseñarle la casa. Conmigo había roto el bloqueo desde que lo dejó con su novio. Había sido muy dulce todo y también muy maratoniano. La tercera vez que nos vimos pensó que igual no, que no estaba preparada ni para un amante, que mejor no nos llamábamos.

Cris lloró cuando la llamé después del fin de semana. Lloraba por haberme encontrado, todo lo que veía a su alrededor le parecía bonito, ya lo conté. La semana pasada le mandé un mensaje: "estoy cenando atún de almadraba, y no sé por qué me estoy acordando de ti :P". Un guiño amistoso al que por supuesto no va a contestar, como tampoco me ha llamado ni una sola vez desde que decidió que fuéramos amigos.

Z me eligió para ser el segundo chico de su vida. La noche que la conocí hicimos cosas que ahora probablemente la avergüencen. Hicimos también planes, como el de irnos al Caribe. Quién sabe por dónde andará. Bueno, sí, anda por mi mismo edificio, pero la última vez que quedamos en vernos no cogió el teléfono ni contestó a los mensajes.

Y dicho todo esto sobre inesperados abandonos repentinos, aquí vienen las conclusiones sin concierto. ¿Es normal todo esto? Pues a lo mejor sí, a lo mejor es lo que suele pasar y la gente se lo toma más o menos bien. ¿Por qué yo no? ¿Por qué necesito que me quieran antes, durante y después? ¿Me falta cariño? No. Tengo. Pero soy avaricioso, quiero más y más y acumularlo, quiero el tuyo y el tuyo y el tuyo, y a lo mejor eso no puede ser. A lo mejor hubiera estado bien buscar sólo el tuyo, trabajarlo cada día. Puede que sí, aunque no suelo creerlo, me inclino más bien por que la pareja es un cuento. Pero quizás sea yo el equivocado. "Quitar codicia, no añadir dinero/ hace ricos los hombres, Casimiro", escribió Quevedo versioneando a un poeta latino. Pues eso, Casimiro, que con la codicia de cariño a lo mejor tampoco.
Y vámonos un poco más allá. ¿Por qué ese pánico a las pérdidas, a que la gente a la que quiero desaparezca del mapa sin despedirse? Es más, ¿por qué tengo esa sensación fatalista de que impepinablemente me va a pasar? ¿Qué otra pérdida he tenido? (¿voy bien, miguelito?) (es mi sicólogo). Mi madre. Mi madre se fue sin despedirse cuando más nos queríamos. Cuando todo era perfecto y yo era indestructible y capaz de todas las cosas. Y tenía 19 años y acababa de tomar todas las decisiones importantes:
nada de cosas materiales,
escribir, no importa quién me lea,
conocer,
disfrutar,
amar,
afeitarme de abajo a arriba,
no llevar ropa interior cuando me ponga vaqueros
y, en caso de duda, contra corriente siempre.
La noche antes le pregunté si quería que la trajera algo. ¿Un regaliz? No, con la cabeza ¿Una revista? No ¿Qué te escriba un poema? Sí, con una sonrisa. Luego me quedé en casa, no sé por qué, aunque había quedado con Sara. Era raro, no sé por qué lo hice. Y de pronto el oxígeno al máximo no fue suficiente y se ahogaba y tenía los ojos cerrados y salí a la calle corriendo de portal en portal, buscando un médico, en un barrio de médicos que ya no estaban en la consulta. Llamé a todos los timbres, dentistas, especialistas, vecinos, mientras mi madre se moría arriba.
Y no pude hacer nada. Ni tampoco fui capaz de darle un beso en el hospital, ni pude llorar durante meses.

Y luego cuando me dejó mi ex me pasé un año y medio en una nube. Una estúpida nube negra. Da igual que supiera que era mucho mejor para mí terminar, la mejor cosa que podía hacer con ella. Pero no quería que me dejara de querer. Lloraba en los bares, pasaba las noches en blanco, empecé a fumar, escribía cuentos sobre mi propio suicidio, salía a gritar a la terraza.
Luego puede que siempre me haya engañado, me haya agarrado con desesperación a relaciones que no, puede que sea eso por lo que nunca he podido dejar a nadie, por lo que siento pánico si veo venir un abandono lógico. ¿Voy bien por ahí, miguelito? ¿Era eso? ¿He encontrado una respuesta o sólo me lo estoy imaginando? Y ahora que lo tengo, ¿qué? ¿Qué hago?

jueves, 30 de enero de 2003

Mi vida como una gamba
Todo el día de cóctel en cóctel. Y mañana más. Mucho más. He llegado a la hora que he llegado y luego los trucos tontos de siempre que ya nadie se cree. He metido el abrigo en una bolsa de plástico para que pareciera que llevaba horas allí. Pero mi cara de culpabilidad me delata. Mi redactor jefe ha vuelto a pronunciar otra frase definitiva. Silvia me defendía. “Ay, pobrecito, que le cargais de trabajo”. “¿Este? Este
lo único que carga es el peso de la culpa. Y nada más”.

Por la tarde he tenido una llamada, justo la que quería, y me he empeñado en que me nominaran lo que yo tampoco quiero pronunciar. ¿Para qué colgué el poema, si luego soy yo mismo el que me olvido del principio número uno? Para empezar no darle nombre propio. Pero es que lo que me pide el cuerpo es oirlo. Oirlo una vez y otra vez*. Justo en el mejor momento de la conversación ha llegado Silvia y hemos caminado hacia la salida concentrados los tres en el teléfono. Me he tenido que callar, justo cuando debería haber dicho más. Pero cómo sin dar explicaciones. Luego no había saldo, no había oportunidad, no había una pequeña tregua en mi caos doméstico, un ratito en el que la ley de Murphy detuviera su paseo sobre mis cosas cotidianas para permitir que todo funcionara como debía, por una vez. No importa, todo está bien y ya sé lo que tengo que hacer: disfrutar con la intemperie, sin techo, abrirme la camisa para que el huracán o las brisas que quieran venir me traspasen.

Luego he acercado a Silvia a casa en un taxi, y en la despedida me ha abrazado y la he besado en el ojo y me ha besado cerca de los labios y la he abrazado y me ha acariciado el pecho y ha suspirado y me ha dado un beso en los morritos. Puf. Eso me pasa por jugar. Mañana le cuento a Noe que soy un trolero y que no me he liado con ella y ya está.

La cena fue orrible. Hora y media de discursos. Los de los pueblos es que no tienen medida. Vienen a Madrid a presentar no se qué y quieren hablar todos. Yo estoy a favor de que se gasten el presupuesto sin ética, pero sin educación, pues no (© bob). Había dos parejas delante de mí, la pareja cutre y la pareja notas. Los notas iban (él y ella) con rayas verticales, lo que me ha hecho plantearme el abandono de mi vestuario último. Excepto los calcetines, que seguiré lavando por las noches para ponérmelos todos los días hasta que se me salgan cuatro dedos por el agujero. Aunque no sé, porque entonces me sentiré aún más ligero con ellos. Los chistes eran del pelo “no tengo nada contra los negros, lo mismo me da un blanco que un puto negro, jajaja” o “era un poco raro, o sea que era maricón. Bueno, no he dicho nada malo, es como el que es manco, que es un poco raro porque le falta un brazo, jajaja”. Y encima me miraba como buscando aprobación. Creo que hubiera sido el momento de abordar la problemática de la coprofagía, un tema que siempre me ha hecho ilusión poner sobre la mesa pero para el que nunca había tenido un foro tan adecuado como el de hoy. Yo me he sentado ahí por la informática de mi derecha, que era distinta, tenía esa inocencia de quienes no van nunca a estos saraos y no saben que hay que ser falso o serio o profesional o profesionalmente graciosete. Me miraba para ver cómo se usaba la pala de pescado, pero a buena parte ha ido. Mira que llevo cenas y comidas a mis espaldas, pero siempre encuentro un modo nuevo y creativo de sostenerla, hoy tocaba modo puñal para picotear sobre los langostinos, ligeramente mal descongelados. Me he largado con el segundo plato a medias.

Antes había llamado a M@. “¿Qué tal estás?”, me ha preguntado. “Bien, como siempre. ¿Y tú?”. “Bien, bien, bueno, ¿qué tal?”. “Pues... ahora esperando para entrar en una cena y con mucho trabajo y eso. ¿Y tú? ¿Te ibas a dormir?”. “No, estaba viendo la tele... pero bueno, cuéntame, ¿y tú?”. “A ver, M@, que te llame no quiere decir necesariamente que me pase NADA...”. Le he dado el recado de bob y me ha convencido para ir la semana que viene a hacerme la prueba del VIH. Es que soy un vurro. Siempre que una chica me pedía que me quitara el condón pensaba: “está loca”. Hasta que me di cuenta de que el loco era yo. “Pues tengo una sustitución, y te podías pasar a hacerte un análisis”. “¿Un análisis del VIH?”. “No, si, bueno, de lo que sea, de más cosas...” “Que sí, que vale, que me escapo un rato del cole y me paso”. “No, nada de escaparse, si es a las ocho de la mañana”. “Coño, pero teniendo enchufe podré ir a la hora que quiera...”. “¡NO!. Esa es la hora de las extracciones. Mira, tú verás...” “Vaaaale, la semana que viene, un día a las ocho”.
Luego me he comprado una cocacola sin cafeína y El Víbora y he llamado a bob para decirle que ya había dado su recado. Ha cogido el teléfono preguntando algo así como que dónde estaba, qué me pasaba y en qué jaleo me había metido ahora. Últimamente me vengo sintiendo pelín quinceañero, pero es que esto empieza a recordarme a la preadolescencia, cuando tenía que explicar continuamente que YA era mayor. Mis hermanos me llamaban Calimero.


*(hay una cosa que te quiero decir
que es importante al menos para mí
toda la noche estuve sin dormir
porque una frase de tu boca quiero escuchar...
aunque parezca tonto voy a pedirte
que me lo repitas una vez y otra vez)

miércoles, 29 de enero de 2003

(¿Cómo hablar?
Si cada parte de mi mente es tuya,
Si no encuentro la palabra exacta
¿Cómo hablar?
¿Cómo decirte?
Que me has ganado muy poquito a poco
Tú que llegaste por casualidad.)

-Tienes muy buen color.
-Pues me ha dicho Mamen que tengo mala cara. Estoy fatal, me voy a ir a casa de lo mala que estoy.
-Pero bueno, mujer, si estás morena. ¿Dónde has estado de vacaciones?
-¿Morena? Ah, sí. Es artificial.
Vaya. La cena no tenía tan mala pinta como yo sospechaba, pero eso no quería decir que prometiera otra cosa que disgustos. Todo lleno de marujas y cacatúas. Me recoge la tarjeta una chica de la oficina, lo más parecido a Ivonne Reyes que me ha rozado nunca los dedos. Y con una sonrisa de aquí a aquí. Luego, me pongo al fondo, en la penumbra, en la fila de los malos, y la veo avanzar hacia la pantalla de video con el tanga negro evidenciándose sin pudor sobre el pantalón blanco que sólo ha podido encasquetarse cuando tenía una talla (aún) menos. Es modelo, es inocente. “Te puedo presentar al director de una revista para hombres”. “¿Pero para que me van a querer a mí en una revista de hombres?”. “No es de hombres, es para hombres”. “Pues eso”. “No. A ver, la compran hombres, pero salen chicas”. “Ah, entonces sí. Bueno, no, que yo soy decente”. No es tonta, es inocente. Practicamente inconsciente.
Nos han colocado por nombres en la mesa, a mi izquierda hay uno de chica, a mi derecha otro. Voy al baño y hablo con Dios. “Ya sabes que soy ateo, pero colócame al lado de esa chica, anda”. Y pienso que, si pasa, lo tengo que contar en el blog. Voy hacia mi sitio. A mi izquierda está una veterana, a mi derecha, su abuela. Con un escotazo. Mira, ya está, tómatelo bien, no todo puede salir. Dios no existe.
Encima no me entiendo con ellas. Habría que dar un salto generacional, y llevo yo un día como para atletismos. Se acerca Mamen. “¡Hola!, no te había visto. Que Beatriz se ha ido, así que si quieres te puedes poner a mi lado antes de que quiten el cubierto”. “Oye, ¿no te pareceré muy maleducado si me voy con esta chica”. “No, no, no te preocupes”. “Pero luego te vengo a ver, ¿eh? adios, adios”.
“Siéntate aquí”, me dice Mamen. “¿Aquí?”. Sí, aquí, entre Pivonne y ella.
Cuando llegue el día de mi juicio final, Dios me colocará sobre sus rodillas.
-Tú no creías en mí, ¿verdad, hijo?
-Pueeeees.... desde los 13 años, no mucho.
-Jeje, que gracia me hace este jodío chaval.
-Sí, ya lo había notado.
-Anda, anda... pasa, y que no se entere Judas.

martes, 28 de enero de 2003

Esta mañana me han tocado mucho el culo. Había que meter el archivo, que llevaba tres meses en cajas, en las estanterías nuevas. Y nos hemos puesto todos a ello con alegría. Había estiramientos, agachadas, escorzos y culos subidos en sillas, culos a la altura de la cintura, culos que se chocaban, culos por aquí y por allá. A mí también me apetecía, es más, he tenido que sujetarme la mano un par de veces, porque sólo faltaba, con la fama que tengo. A mí los culos estéticamente no me dicen nada, pero al tacto, pues sí.
-A ver, organización, es la tercera vez que me tocais el culo.
Palmadas, patadas, restriegues. Incluso una compañera me ha abrazado con la mano sostenidamente en el trasero justo cuando pasaba una de las dos chicas de la redacción de al lado con cualidades de semidiosas. Para cuando he decidido pasar al contrataque ya se había terminado la mudanza. Será que me estoy haciendo bueno. O lento. Bueno, no, que ya lo era.
Lo que ha venido luego ha sido un concierto de estornudos y una sinfonía de sarpullidos que ha demostrado que no hay nadie en esta redacción que no tenga alergia al polvo.
A las cuatro he comido con mi redactor jefe, y por fin le he pagado los padrones, los pinchos morunos y las cañas que le debía de las tres apuestas consecutivas que perdí. A que llego toda la semana antes de las diez. A que no. A que tengo los dos reportajes terminados el jueves. A que no. A que tardo hora y media en acabar esto. A que no. Dice que él sólo apuesta sobre seguro.
La tarde ha sido tranquila, el que más cajas tenía para colocar era yo, porque como soy un sentimental me traje conmigo todo lo que tenía en los dos armarios del despacho. Entrevistas que hice en la antigüedad, reportajes cercados por el tiempo amarillo, vasos con posos fosilizados, un ejemplar del fanzine “jo, tía!”, algunos Víboras, un pantalón, direcciones de gente de países lejanos a la que nunca escribí y juguetes del Burger King para mi sobrina. Ahora sólo tengo una mesa pequeñaja y un cachín de armario, pero como soy un sentimental he vuelto a dejarlo todo por ahí, en los alrededores de mi sitio, y mañana no podré poner el pie por ahí. Ni mis compañeros. Pero da tanta pena seleccionar qué tirar. Y tanto trabajo.

Al final me he ido a una rueda de prensa de una cosa oficial en la que los que la daban han dejado bien clarito que tenían menos ganas de estar ahí que nadie. Han presentado su nuevo proyecto casi sin palabras, sólo con unos vídeos con fondo de gaitas y muchas imágenes de lado, iglesias, parques, trenes. Uno de los documentales hablaba de las actividades que tenían preparadas para el 2000, el último año que trabajaron, al parecer. Al final han dicho que si alguien tenía alguna pregunta..., pero que si no, no pasaba nada, que ponían las firmitas y ya está, a casa con las dietas. El que al parecer era el único periodista que había entre los palmeros y la clá (ah, bueno, también estaba yo) ha levantado la mano para señalar que él sí que tenía muchas preguntas, todas las del mundo, pero que se conformaba con saber qué era lo que habían presentado, que presupuesto tenían para ese qué y en qué se lo iban a gastar. Detalles, detalles, qué gente tan tiquismiquis y tan desagradable.
Con el canapé he tratado de comunicarme con unas rubias que debían de ser primas de los de la presentación.
-Hola.
-Hola. Somos de la revista XX, de publicidad.
-Ah, no sé si me suena. Yo, de Tal. ¿Y vais a ir al SuperEvento?
-Sí, claro.
-Pues os pegareis una paliza.
-¿Por?
-Bueno, porque allí vosotros trabajais un montón.
-Bueno, no sé exactamente que cifras facturais vosotros, pero en nuestra revista...
(niña, relájate, que tienes veinte añitos, anda)
-No, si me refiero a los de publicidad, que trabajais más que los redactores.
-¿Por?
-Bueno, nosotros sólo cogemos folletos y vosotros vais de un lado para otro con vuestros chanchullos...
-¿Con qué?
-Que vais a hacer negocios, es otra cosa...
-Bueno, cada uno tiene su tarea...
Ay, me rindo. Desde luego ya no se me olvida: ni una rueda de prensa más. Sólo presentaciones, cenas, cócteles y verbenas.

Luego he hablado con una chica que me gusta (eufemismo). Y me he sentido aéreo, y me daba igual y le he dicho “mira, me da igual, yo te lo tengo que decir” y ella, ay, no. Y luego le he mandado un mensaje tontísimo. Voy cantando solo por la calle Y me he enterado de que, al parecer, cuando me interesa (eufemismo II) así, de esta manera nueva, una chica, lo que trato por encima de todo es de que ella se de cuenta cuanto antes no de que me motiva (eufemismo III), sino de que soy idiota. Veo muchas probabilidades de hacer el pino o cantarla una canción la próxima vez que la vea. Pero bueno, la sensación es como de mucho oxígeno. Mucho mucho.

Y para terminar el día me he comprado un libro de Noel Clarasó, el autor de Pigmalión 1950, de la que tenía tantas frases lema apuntadas en la carpeta del cole. Yo escogí la soledad de La novela del sábado. Precio de este ejemplar: ptas. 6. Era antiguo, porque está en pesetas, porque tiene las hojas amarillas y porque termina las frases con expresiones como ¡ole! Y yo que lo recordaba gracioso a la vez que profundo y dramático y vitalista. Sólo sigue siendo esto último, que tampoco está mal. Habrá que renovar lecturas. A ver cuándo meto mano por fin a la biblioteca de bob.

También he hablado con Silvia, que ha vuelto ya del desierto y me ha pedido un par de favores y me ha escrito “te lo recompensaré”. Le he dicho que iba a hacer todo lo que me ha pedido, pero porque no era tan buen chico como para olvidarme de esa línea de su email. Ha dicho que qué bien, que ya pensaremos algo. “Ya está todo pensado”. Y es que está todo pensando. La idea es enrollarme un poco con ella para arreglar la mentirijilla que le dije el otro día a Noe. Pero sólo un poquito. Suena absurdo, pero porque es absurdo.

Luego están las brujas, que siguen sorprendiéndome, eso hay que reconocérselo. Pero me da igual. Tengo muchos recursos. Puedo salir desnudo al pasillo y saludarlas con una sonrisa profidén. O cantar en la ducha. Mucho. O traerme a algún nuevo amiguito pastillero. O al perro de almu, .

almu, quien, por cierto, tiene unos ojos increiiiibles. Muy grandes. La verdad es que no puedo decir nada malo de almu. O sea, que no puedo. Porque mientras que ella me contaba las cosas de su asombrosa existencia, yo le hice una antología de las anécdotas de mi vida que más me comprometen y avergüenzan. Así que cuando se iba me prohibió hablar mal de ella en el diario (“bueno, ya veré”) y como se ve que no se fiaba me chantajeó. Pero no un chantaje emocional, anda no lo hagas, no no, un auténtico chantaje Chicago años 30. “Mira, como hables mal de mí, cuento esto, esto y esto”. Caray con almudena.
Tuvimos un par de reconocibles momentos vyf . Por ejemplo cuando en el Café Doré paró la música justo en el momento en el que yo pronunciaba la frase “¡¡¡y tuvimos un rollito sado maso!!!”. Pero berreando. Luego, en el taxi, después de haber quedado más o menos estupendamente toda la noche mientras repetía en voz baja “tengo que ser bueno, tengo que ser bueno...” tuve (¡tuvimos!) un pequeño error de coordenadas a la hora del beso de despedida. Pero que, tal como iba, lo mismo me podía haber dado de morros contra la ventanilla. Aunque claro, eso me apetecía menos.
Y le preguntamos por un bar a una chica que nos contestó con otra pregunta (“¿tú tendrías una amiga con un abrigo de foquilla?”). Pues nunca lo había pensado.
Y un tipo (¿o era una tipa?) nos traspasó su energía positiva tocándonos el hombro y luego, descalzo por el bar hacía unas bonitas figuras con los pies en alto.
-Mira –le dije a la camarera- eso es mucho más estético, y más social y más alegre, se te va a llenar el bar de alegría y la gente va a estar mucho más contenta y mucho más a gusto.
-Sí, sí, tienes razón- me contestó.
-¿De qué hablabais?- me preguntó almu.
-Nada, de que está pensando en dar chupitos.
Y luego advertí sus piernas. “No me había fijado en tus piernas”. Bueno, era mentira.
Y todas esas cosas tontas.
Así que, si después de aquélla noche vuelve a quedar conmigo, la culpa es suya.

lunes, 27 de enero de 2003

Jet lag cada domingo
(Tengo todos los síntomas, me temo. Pero supongo que eso es muy bueno)

El viernes me apetecía estar colocado. Todo iba bien, era feliz, estaba muy a gusto y fue por eso. De las veces que más claro lo he tenido. Quería viajar un ratito por dentro, porque me gustaba lo que había dentro. Pillando se conoce a mucha gente. Uní esfuerzos con una mamarracha pastillera con pearcings que buscaba lo mismo que yo. Conocí a una camella muy graciosa. Me abracé con todas las jóvenes que venían a pedirme tabaco. Gurruchaga me desnudó con la mirada y me sentí rejuvenecer.
Así que el viernes me acosté a las 19 horas del sábado, me levanté a las 4, me acosté a las 9, me levanté a las 14. Así que el domingo podría haber estado bien, pero he estado como si hubiera vuelto de China en burra. Hasta las cosas más bonitas me daban pavor. Bueno, es que los sentimientos puros asustan. La Belleza pura (perdón por la mayúscula, no estoy para rodeos) te deja paralizado, nunca estamos preparados. De sport pudiera parecer que ilumina menos, pero qué va. Y no quiero ni pensar en la Belleza desnuda...
Asi que tenemos muchas cosas en la cabeza, pero las pensaré mañana.
Tenemos también el coloconazo del viernes, largo y estúpido, pero bien planeado. Quiero decir que no me preocupan las causas. No creo que sea falta de cariño. ¿Cuánta gente me considera uno de sus mejores amigos? Aunque sea un mejor amigo no presencial. Recuerdo una primera clase de Literatura Comparada, un monográfico sobre la amistad en la literatura. El catedrático preguntó uno por uno cuántos amigos –amigos de verdad- teníamos. La gente oscilaba entre uno y tres, creo que una chica dijo que ninguno. Cuando llegó mi turno calculé unos veinte. “No. Amigos de verdad. En los que puedas confiar. A los que les contarías todo. Que te acepten exactamente como eres”. “Bueno, pues entonces más de veinte”. No considero que me falte nada. No sé qué pedirle a los reyes, aparte de un pijama. Mi vida sigue cambiando a mejor y como siga así me salgo por arriba.
No considero que me falte nada, pero sí que creo que puedo perder lo que tengo. Sólo cosas inmateriales, por elección, pero sin esas también te puedes quedar. ¿Por qué nunca pienso en las consecuencias de nada? ¿Cómo estaré esta semana? ¿A qué hora llegaré a trabajar? ¿Cómo habría sido de haber podido disfrutar del sábado y el domingo? Lo que me preocupa es que a mi caos habitual se añada un plus incontrolable. Vale, quedo el viernes y se me olvida el papel con la dirección, el taxi me deja en la calle que no es, me equivoco de portal, etcétera. Lo de siempre. Todos los días. Harto que estoy. Pero bueno, eso lo puedo arreglar, qué remedio. Por ejemplo, el sábado noche había quedado con seis personas distintas a las que quería ver, mi típico desastre. Y seguro que al final hubiera salido bien, no sé cómo. Pero me acosté a las 19, me levanté a las 4 y etcétera, así que no hubo posibilidad de nada que no fuera darme media vuelta en la cama y pensar que estoy tonto, una vez más. A veces me viene a la cabeza un email que recibí hace cuatro meses, uno de los más sensatos sobre este tema, quizá porque la autora sabe de que habla y ha pasado, al menos, por un par de cosas que yo también conozco. A veces pienso en él. Suena bonito.

“Bueno... jo... me gustaría no ser moralista, porque no sirve de nada. Sólo decirte, que cuando cambias tus hábitos de fin de semana, y se convierten en fines de semana normales, tu vida cambia. Hace falta un tiempo para darte cuenta del giro que ha dado tu vida y de sus ventajas, pero merece la pena. Te lo aseguro. las relaciones mejoran, el sexo también. Si te gusta pasar por altibajos, si te gusta el vértigo, etc, lo encuentras igualmente. No dejas de meterte en líos, pero son menos, como diría yo, menos autodestructivos. Creo que es a partir de los treinta, cuando empezamos a tener miedo en serio del tiempo.
(...)
Que sepas que te entiendo muy bien.”

Suena bonito. ¿Por qué no?

jueves, 23 de enero de 2003

NO DISPAREN SOBRE EL PIANISTA
("Os regalo mis canciones y me apuntan con el dedo,
mira por donde va Robe, ¡para mí que ya está pedo!"
Extremoduro)

Querido conocido:
Era inevitable que pasaras por aquí, cuestión de tiempo. No sé si me conoces mucho o poco, quizá seamos amigos. No sé si apareces por ahí, en alguna esquinita o si hablo mucho de ti, que también puede ser. Quizás te sientas traicionado, por lo que cuento, pero nadie lo lee. Nadie que conozcamos. Es como si hablase en voz alta conmigo mismo. Quizá no estés de acuerdo con lo que digo, o no salgas favorecido en el retrato, pero sólo es una elaboración literaria de la realidad, una instantánea de un momento perdido en el tiempo. Sé que ese no eres tú y tú deberías saber que yo lo sé. A lo mejor estaba cabreado contigo cuando lo escribí o enamorado de ti o esa frase quedaba bien ahí. No me lo tengas en cuenta. Mucho. A lo mejor lo que te molesta es no aparecer en esta página. Eso podemos negociarlo :)
Quiero pensar que soy difícil de odiar, entre otras cosas porque a mí me resulta imposible ese sentimiento. Quiero pensar que me tienes algo de cariño. Y que vas a ser discreto, que no vas a conseguirme enemistades ni problemas laborales, ni problemas. Confío en ti. Quizás lo más sensato sería cargarme esta página, borrar todos los archivos y todas las huellas. Pero sabes que no soy sensato. Y después de leerla, seguro que entiendes por qué la tengo cariño, por qué prefiero arriesgarme tanto a ajusticiarla.
Quizá quieras contarme que has estado aquí o quizá no. Estaría bien, pero lo dejo en tus manos.
Estoy en tus manos. Pero ten en cuenta que también escribo para ti.
bueno, que el otro día iba a escribir un post que decía: "bob ya lleva tres días sin querer verme a todas horas, no sé, yo creo que ya no me quiere como antes", pero ya no lo escribo, ahora somos un poco enemigos, porque he salido con él y me ha dicho que me calle ¡que me calle! con una sutileza cruel, yo le estaba contando que siempre que recomiendo a alguien en mi trabajo resulta ser un tipo muy hablador (bueno, en realidad era un subinciso de un subinciso de un subinciso de un inciso del tema principal) y ha apostillado "no como tú, que no hablas nada", vale, era la única frase que conseguía meter el chaval en la conversación, pero ¿y qué? ¿y qué, a ver? si llevaba toda la noche sin parar de hablar sería por algo, porque tendría algo (unas cien cosas) interesante que contar, porque no tenía una boca que llevarme a la boca o porque soy un sicópata parlanchín, no sé, no sé ¿y qué? ¿y qué? menos mal que he conocido a su amigo javier que ha sido la parte interesante de la noche (vaya, habla más que yo y con más gracia y eso), vale que había prometido hacer huelga de lengua caída y no decir nada en toda la noche como protesta por su malajismo, vale que no lo he cumplido, porque soy un tipo educado más que nada, vale, pero bueno, es que los subtemas de los subtemas estaban francamente interesantes, vaya, que si va a vivir conmigo debería aprender a poner el piloto automático, digo yo, en fin, que luego nos hemos apostado un gramo de farlopa vs un chulazo con todos los gastos pagados a que llego o no llego a mi trabajo entre diez y diez y cuarto (de la mañana, supongo, ah, bueno, eso no lo hemos aclarado) y que son, um, las 3,50 y aún no están cerradas las apuestas en los comentarios, ¿quién creeis que ganará? (bob, eres un loro, si hablo tanto es para impedir que hables tú, loro)

miércoles, 22 de enero de 2003

Es probable que las brujas me hayan visto el trasero (momentos VyF)

Uno de los momentos cumbre de mi comida de hoy ha sido cuando ha llegado la hora de sentarse y nos han dado la carpeta con la información y nos han soltado el rollo a cambio del que nos daban el rancho. Todos han sacado diligentemente el boli del bolsillo, menos yo, que no había llevado. Cagada. Parece una bobada, pero si todos a tu alrededor escriben tu no sabes qué hacer con las manos. Y terminas mirando al orate cogiéndote la barbilla con la izquierda y el codo de la izquierda con la derecha. Pose de poeta. Y mientras, él se dirige sólo a ti, porque los demás han conseguido esquivar sus ojos haciendo como que se lo apuntan. Como en el cole. Parece que te agradece el interés y tú asientes, cabeceando como una vaca. En realidad estás intentando sacarle al espagueti un parecido con algún cómico italiano para concluir que se asemeja al idiota de la cena de los idiotas más que a nadie. Con perdón, claro, era un tipo diligente. La de prensa también te mira. Tus compañeros de mesa te observan de reojo, mientras escriben en sus libretas datos idénticos a los que vienen en el kit de prensa. Y yo lo que quería era hacer lo mismo que ellos, lo juro. Eso es un momento VyF.

El otro día Fer me escribió este mensaje: “Esta tarde he tenido un momento VyF cuando al sacar la cartera se m ha caído un condón delante d la gente de clase. Cuídate”.

Una semana después el redactor jefe me dijo: “el otro día me acordé mucho de ti. Tuve un momento VyF. Me pasé toda la noche llamando a la nueva novia de mi amigo N con el nombre de la antigua. Hasta que otra amiga se puso detrás de ella a hacerme todo tipo de gestos de que no”.

Cuando escribí el último post, tenía sólo esa media hora porque quería llegar al videoclub. Igual no le pasa a nadie, igual lo hacéis en la FNAC, o en el Carrefour, o en la biblioteca, pero a mí a menudo me motiva el videoclub para empezar juegos de miradas: carreritas, corre corre que te pillo, el esconderite, la oca erótica. Había una chica. Y yo me he paseado lánguidamente -aunque borracho- entre ella y los dvds, buceando disimuladamente entre su selección, coincidiendo con sus ojos fugazmente, acariciando los lomos de Kandahar, Amores Perros, sosteniendo con firmeza Alta Fidelidad (que, no obstante, sube el nivel de las últimas mierdas que he alquilado, Vanilla Sky o The Mexican). Luego he ido a pagar y he dejado sobre el mostrador la revista femenina que llevaba a casa como parte de mi campaña para congraciarme con las brujas y pasar sin demasiados contratiempos el mes y medio que me queda en el piso. El dependiente se ha quedado mirándolo para fisgar el nombre de la revista en la que trabajo, escrito junto al mío en una etiqueta sobre un anuncio de Chanel en el que salían un perro y una dama. Le he pillado.
-¡Qué perro más bonito!-ha disimulado.
-Sí bueno, pero...
-Sí, claro, la chica tampoco está mal.
-Mejor que el perro.
-Sí. La foto es bonita.
-Sí, ¡entre el perro y la perraca...! JUA, JUA.
He mirado de reojo, y un paso por detrás de mí estaba la chica del escondite, horrorizada. Daba igual lo que dijera entonces, yo que tantos hombres he sido nunca seré aquél en cuyos brazos desfallecía la chica del videoclub. He salido tapándome literalmente la cara. Lo sé, lo sé. A nadie le da tanta vergüenza que sea así como a mí.

Por fin en casa. No sé qué coño estuve haciendo durante las noches del fin de semana con mi fashionable pijama de cuadritos de Caprabo, pero me he cargado la goma del pantalón. Hoy se ha deslizado grácilmente hasta mis tobillos justo cuando atravesaba el pasillo.


NOTA: El termino perraca me lo ha contagiado el simpático de Fire, juraría. Nunca le estaré suficientemente agradecido, es un filántropo, un invaluable transmisor de cultura, la muy puta.

martes, 21 de enero de 2003

EL POST DE LOS 30 MINUTOS
Vale, tengo 30 minutos para este post, prisa, prisa, no me iré por las ramas.
He llegado un pelín exaltado a la redacción a las 5,30 de la tarde. "¡Hola!, ¡hola!, ¡hola a todos!. ¿Qué es esto? me voy un momento y esto es un sindios, ¿qué hace un redactor haciendo de director? Dónde está el redactor jefe? ¡Hola, hola! ¿Has estado de compras? (a las de la redacción de al lado) ¿Me has traído algo?"
–Pues no, zoquete, es el chopping para un reportaje.
–Ah, perdón.
Luego he tirado el perchero.
Le decía antes a Bob que no sé para que se molestan en invitarme al Jockey, si a mí me ponen un cubo de tintorro y es el mismo efecto. Lo que pasa es que llego a los sitios y me pongo un poco nervioso y busco al camarero con la bandeja de las bebidas. ¿Comida? No ¿Concretas? No (ah, no, que ha dicho la Real que no se llaman concretas). ¿Drinkeo? Pues que sí. Y hoy tenía más peligro porque el primer vino ha sido el del desayuno. Me he levantado a las 12,30 tan avergonzado (tan avergonzado como todos los días), que he llamado al redactor jefe para explicarle que me iba a comprar zapatos, porque no tenía zapatos adecuados para la comida y las otras doce que tengo estas dos semanas. Pues vale. No consigo asombrarle. (y aquí hago un inciso para aclarar que cada vez le tengo más cariño, pero que nuestras relaciones se han enfriado por mi extraño concepto de la puntualidad o por su gripe, no sé, voy a traerle una cesta de frutas un día de estos para que todos me llamen pelota pero con razón).
Así que me presento, y voy a darle la mano a un viejillo de la competencia que anda por ahí y me da el costado. Y luego me llaman no se qué por acercarme sólo a las churris en los saraos. A ver.
Como me quedo con la mano en el aire aprovecho para acercarla a la bandeja de las cervezas. Vale. Hay que mezclar. Imprescindible.
Mmm, me voy a sentar el primero para ver quién elige ponerse a mi lado (prueba científica). Bueno no, mejor me siento al lado de ese bolso que yo diría que es de una de las dos únicas jovencitas que hay en la sala. Acetate. Me siento bastante orgulloso de mi buen ojo y muy pedo antes de que empiecen. A mi lado un chaval de la prensa económica me entra compartiendo conmigo su extrañeza por las últimas compras de la empresa que hace la presentación.
–A lo mejor no compraron a estos porque no les interesaba ese segmento del mercado.
–Sí, si es lo que yo digo siempre…
Llevo la misma ropa que en la boda de mi primo. Camisa negra de rayas verticales y corbata de topos. En aquélla ocasión mi hermano el mayor hizo una crítica constructiva de mi indumentaria. "Pero tú ¿qué gracia crees que estás haciendo vestido así?" A mi hermano no le gusta mucho como visto. Bueno, en general nada de lo que hago. Y de lo que digo, para que os voy a contar. Yo medité, en la puerta de la iglesia, sobre sus sabios consejos mientras veía como le forraban el Jaguar de papel higiénico. No participé, pero tampoco lo impedí, ojo. Qué bien se queda uno. La verdad es que a mi hermano el mayor le quiero más de lo que se imagina. Y sin que se de cuenta me fijo. Y le imito. Se supone que éramos los más listos de la casa. De una casa con muchos listos y matrículas de honor y tal. El lleva una empresa que factura 150.000 millones de pesetas. Y yo ahora me voy a beber una botella de un trago para ver si se me pasa la resaca y mañana llegaré calladito y meteré la cabeza en la pantalla del ordenador para ver si se me pasa la vergüenza laboral. Y lo cierto es que debe de tener razón, que una camisa oscura con traje queda como de cateto modernillo. Ay, tantas reglas y tan poca cabeza.
La chica de mi derecha dice mucho "claaaro", "sí, sí, sí", "por supueesto". Al principio pienso que me toma el pelo, pero no, que es así de aseverativa. Al ratito pone al novio sobre el solomillo. Mi novio, mi novio. Ay, qué pereza. Luego me miro en el espejo a ver si tengo algo escrito en la cara.
A dos cuerpos de distancia está la otra churri. De la ciudad del acueducto, el cochinillo y los carritos de bebé (es que es lo único que hago cuando voy allí). Quedamos para sacar a pasear a mi sobrina la próxima vez. Quedamos los tres para vernos la semana que viene en una feria. Quedamos en ir a una fiesta dentro de dos jueves. Quedamos en que las mando un email. Apuntan móviles. Piden móviles. Pido un Marie Brizard. Luego acompaño a la número dos, que ha ascendido, en un taxi y me doy cuenta de que cecea. Nos gusta Madrid. Antes se ha levantado para ir al baño y me he dado cuenta de que tiene un culazo. A los viejos verdes de cualquier edad nos gustan los culazos.
Miramos a nuestro alrededor y estamos solos en la mesa. Hasta han quitado las sillas. Una vez más, no sé como lo consigo. Prueba a levantarte sin tambalear. Acaricio el brazo a la de prensa (una absoluta desconocida) mientras hablo con ella y tratamos de averiguar dónde nos hemos visto antes. Probablemente en ninguna parte, pero no se lo digo. A mi jefe no le sorprenderé, pero a mí sí, todos los días. y siempre por lo mismo.
Clink! 30 minutos. Su post, gracias.

lunes, 20 de enero de 2003

Bueno, aunque os haya destripado el final, os voy a colgar el poema entero.

EL DESEO SIN NOMBRE
¿Qué hacer con el deseo?
Para empezar no darle un nombre propio
ni confundirlo con el mero amor,
l'amour, la mugre,
ese canguro de noches lluviosas
que transforma al deseo en niño moribundo
y con una almohada, por su bien,
le aplasta la cabeza.

En cuanto tiene nombre propio
el deseo rebaja su estatura
de coloso que es cuerpo sin memoria,
simulacro de un dios venido a más.
El nombre propio enciende una linterna
que anula la extensión de sed y oscuridad
en que el deseo vive.
El nombre propio pone suelo exacto
al abismo, y un techo a la intemperie.

No hay construcción de hielo que lo apague,
ni incendio arrasador que lo contenga,
no hay costumbre que pueda exterminarlo
ni nombre propio que se haga su dueño.
Escritura profunda que murmura
la ansiosa melodía de estar vivos,
no preguntes qué hacer con el deseo:
disfruta de lo que él haga contigo.

(es de Bonilla, para los perspicaces y los suspicaces)
"no preguntes qué hacer con el deseo:
disfruta de lo que él haga contigo."

domingo, 19 de enero de 2003

Cuando llegué lo que quería era despertar a las brujas de mis compañeras para contárselo, gritarlo por la ventana del patio, subirme a la azotea para escribirlo en las paredes. Sí, sí, sí, muy adolescente. Pero es que fue tan bonito.

viernes, 17 de enero de 2003

No sé si irme a Valladolor, quedarme en Madriz o ver mundo. Qué mal. Soy una duda. ¿Alguien quiere ser una respuesta?
“Me tatuaré tu nombre en la piel,
asi que no se te ocurra desaparecer”

Necesito a alguien que me diga dónde está Z o dónde hacen cirugía láser o dónde ponen tatuajes de pin y pon para que no me vuelva a pasar. Por favor. Gracias. (qué educado).

Llego a casa de Patri. Sólo una hora tarde. Está en la cocina hablando con V. la belga.
-A ver, me has contado todos los detalles, pero no me dices lo interesante.
-Es que está Vyf.
-Mira, me sé toda tu vida sexual y V. la mía, se la contaba todas las noches cuando la iba a ver.
-Bueno, pues estábamos en casa y empezamos a pillar y de repente me di cuenta de que no me apetecía.
-¿Y qué hiciste?
-Chup pársela.
-Jua jua.
-Es que se me da bien y así termina antes.
-Jua jua.
-Lo que pasa es que yo, hasta que no cojo confianza sólo hago eso.
-Pues a un montón de amigos míos les iba a encantar tu forma de relacionarte.
-Es que parezco una devorahombres, pero en realidad solo devoro una parte.
-Oye –dice V.- y tú que tienes experiencia, ¿no te parece que las pollas de los fumadores saben distintas que las de los no fumadores. Es que el chico con el que estuve no fumaba y era estupendo, sabía a Ambipur.
-Eeeh... ¿Cenamos?

Vamos a un bar de Lavapies, Esperanza Cabaret, y nada más entrar veo un cartel. Marco dorado, fondo negro, letras blancas: antes muerta que sencilla. Voy al baño, y me equivoco. El de ellas. Con peluches cruelmente colgados del techo. Segunda vez. El de ellos. Acierto. En la pared: es la falta de cariño la que llena los bares. Miro a mi alrededor ¿estará almu por aquí? ¿es esa? ¿el camarero es superfan de los blogs? Hablo con sus amigos. Hablo con él. Me dan un puzzle. Después de media hora de sed me pone las copas. Es lo que tienen los bares del buen rollito. Viva el botellón. No voteis a Ana Botella, por favor. Gracias. (qué educado).

El novio de mi compañera de piso se ha dado cuenta de que estaba borracho escribiendo esto en el salón y ha vuelto, no sea que se me hubiera ocurrido hacerla un cariñito. Hombres así hacen falta en España. Quién sabe. Soy un degenerado, asi que la demencia, la miopía extrema, el bloqueo olfativo, la sordera y la atrofia sensitiva podrían haberse apoderado de mí con la ayuda de las tres copas que llevo encima. Todos estos desgraciados sucesos quizá se hubieran confabulado para impulsarme a tirar la puerta de mi compañera de piso. Sí. Podría pasar. Hay que vigilar. Un caballero español nunca baja la guardia.

“Cómo cambian las cosas
cómo ha cambiado todo
cómo se abren mis ojos...”

martes, 14 de enero de 2003

No sé quién te dijo, Bob, que Al sur de Granada era insoportable. A lo mejor fue alguien demasiado urbano, o que nunca se quedó desnudo y temblando después de un amor arrasador, el primero. O que no se acuerda. Esa mirada final, la de la mujer que sonríe a su antiguo amante con los ojos de los quince años y ese amor puro e incesante, tan físico, a mí me hablan, son viejos conocidos. Tengo una carta que escribí a los 19 ó 20 para mi yo de ahora. Relato como subo una cuesta de mi pueblo, como me abro la camisa para sentir frío, aire, noche. Para sentir. Maldigo al que seré, al que soy, si prefiere la comodidad de estar abrigado, si no es capaz de encontrar toda la felicidad en un gesto como ése, en la consciencia de estar vivo.
A veces, cuando no funciona la memoria selectiva y tengo que pensar en ella, me doy cuenta de que cuando se fue sin una sonrisa, sin una caricia, sin un “hasta siempre”, cuando decidió que no existieran aquellos ocho años, no importaba tanto que me estuviera traicionando a mí. Eso qué más daba. Para entonces ya habíamos perdido todas las batallas. La auténtica traición se la hizo a la chica de 22 años que temblaba por primera vez, desnuda entre mis brazos. Y al soñador de 19 que le cantaba nanas, le recitaba al oído y recorría su piel lentamente, como si no hubiera ninguna otra cosa en el mundo, sonriendo con los ojos muy abiertos en la oscuridad. A ambos, que valían la pena.
Al menos yo sé que existieron, sé quiénes fueron.
Definitivamente abandono la casa el 1 de marzo. Ya sé cómo se sintió María José Galera, la pobre.

viernes, 10 de enero de 2003

RAZONES (egoístas) PARA IRME A VIVIR CON BOB

-Tiene una casa nueva, bonita y bien decorada. Aunque no significa mucho que lo diga alguien que establece la frontera entre la buena decoración y la mala a partir del tercer cuadro que contiene la lámina que venía con el marco. Además, que a mí las paredes pintadas de colorines siempre me parecen buenas. Y ultramodernas desde que vi a unos modernos en Londres pintando su casa en todos los tonos ocres posibles, incluidos techos.
-Tengo un baño para mí solito. Bueno, la verdad es que eso me da igual, pero tengo un baño para mí solito.
-No hay tele ni frigorífico, un adelanto.
-No hay cama, lo que me da la oportunidad de comprarme una cama de agua de hotel de Las Vegas, el sueño de mi vida.
-Cuando me paso toda la noche hablando sin parar no piensa (mucho) que soy un pesado. E incluso tiene el detalle de callarse lo pesado que soy por disculparme por quinta vez por lo pesado que he estado hablando sin parar toda la noche.
-No ha llegado a un grado suficiente de alcoholismo yonki como para beberse la botella de Rioja reserva 96 él solo en su habitación, y la comparte.
-Tiene todos esos libros que me quiero leer.
-Cuando le hablo de cosas de compañeros de piso, como dinero y nosequé me recuerda que lo importante es compartir otras cosas, que es el concepto que yo tenía, el mejor, pero que, al parecer, lo estaba perdiendo.
-Siempre que lleve a una chica a casa va a ser hospitalario y le va a dar conversación. E incluso, cuando pasen un montón de meses sin que entre en mi habitación más chica que esa encantadora que le limpia la casa con cariño, no va a mofarse con excesiva crueldad.
-Bob es divertido.
-Le gorronearé maría.
-El, en cambio, me saldrá baratísimo en drogas de las mías.
-Daré salida a las 21 botellas de vino y 3 de licor que arrastro dentro de mis cajas de casa en casa.
-Iremos de compras borrachos y me ayudará a cambiar de imagen y a llevar zapatos de una sola pieza.
-Conoceré a Cristina, aunque me tenga de porteador.
-Conoceré a la Hormiga.
-Cuando me deje la próxima chica me escuchará. O mejor, se emborrachará conmigo.
-Quedaré bien con mis amigos modernillos gracias al busto de Boomer del salón, les cuente o no la apasionada historia de por qué está ahí, en un lugar tan principal, la efigie de ese hombre elástico.
-Pondré a prueba mi lealtad cuando me encuentre a Bob con la cabeza de Boomer en el otro lado de la cama. Seré una tumba, y ni siquiera lo escribiré en el blog.
-Quedaré bien con mi amigo gay cuando le presente al atractivo Bob.
-Quedaré bien con las churris al menos en el intervalo que va entre el momento en el que vean ese salón minimalista y culto, con Bob en él leyendo, y aquél en que descubran que la cama es de agua.
-Me enseñará a no ser tan macarra y a no usar frases como ¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?, ¿qué diferencia has notado entre tu novio y yo? o habrá que repetirlo, ¿no?
-Podré lloriquear sobre lo difícil que está el sexo heterosexual, los subnormales códigos de seducción sine qua non y la necesidad de rebajarte. Y de parecer seguro de ti mismo, cuando de lo único de lo que estás seguro en esta vida es de que cantas fatal y te empalmas enseguida. Bob fingirá que le interesa muchísimo y que todo es nuevo y misterioso para él. ¿¡Qué mejtaj contando!?
-Si llegamos al verano nos bañaremos en la piscina.
-Voy a sostener el otro vaso tantas noches tontas como surjan. Si me pidiera otra cosa, como montar un mueble o afinar cuando canto en la ducha, pues no, pero eso se me da. Así que, me querrá.

jueves, 9 de enero de 2003

fernand0 me ha hecho un regalo encantador. Me hace mucha gracia la selección, dice que habla sobre él más que sobre mí. Lo cierto es que ha elegido los textos más metablogueros de esta página, aquellos en los que me dirijo a vosotros, o en los que explico mis motivaciones, mis procesos o lo que sea. GRACIAS. Guardaré la antología con cariño. Se lee bien así, descontextualizada.
Tu regalo me hace sentir aún más perro por no haberle colgado aún el mío a la pobre que tuvo la desgracia de que le tocase yo en el sorteo. Mira, churri, alguien tenía que apechugar conmigo. El año que viene tendrás más suerte. Pero en los próximos días colgaré tu detallito por aquí. Si te sirve de consuelo, tampoco he cumplido con el amigo invisible de mi hermana ni con el de mi sicólogo, otros a los que la fortuna les ha vuelto un poco la espalda estos reyes con lo del sorteo. A lo mejor resulta que a partir de ahora todo os sale bien en el AMOR, sólo facilidades, días de sol, noches de mimosín entre las sábanas y ratos tan suaves que resbalais dulcemente. Ojalá. No sabeis cuánto me gustaría.

Anoche le dije a Noe que me había enrollado con Silvia, no sé por qué mentí, estoy tontísimo, nunca había hecho algo parecido. Sólo me dio medio piquito. Y claro, estoy pensando que cuando vuelva de Egipto debería enrollarme con ella para arreglarlo. Si se deja. Y si no se deja, doble mal rollo.

miércoles, 8 de enero de 2003

Delante de mí hay un inmigrante con una toalla. Pensión Serantes, 12 euros la habitación doble. Sin ventana, eso sí. Un único baño. Y como se me ha olvidado el gel, me tendré que duchar con el jabon de las manos. Y como se me ha olvidado la toalla, me tendré que secar con esa miniatura robada en un hotel de Mallorca que me ha ofrecido gentilmente el servicio de habitaciones. Las camas son plegables. No hay bombilla en el techo, pero hay una lámpara. Todo cruje. Una bonita decoración de baúles antiguos, alfombras años 50 y suelo de madera que le hace los graves a la cama. Bueno, a lo mejor no es cosa del decorador, igual es que la alfombra y los baúles y todo lo demás lleva aquí varias décadas. Cuando estuve alojado un mes en este establecimiento, mientras buscaba piso, hace cosa de 6 ó 7 años, no me pareció tan sórdido. Se me hacía divertido, con el punki alemán antifascista con el que me iba de copas, los australianos que estaban esperando sus bicicletas para empezar el Camino de Santiago, la asombrosa orquesta rusa que tocaba en el Arriaga. Habían conseguido repartirse, los quince, entre tres habitaciones. Y sobre todo, con esos gémidos nocturnos, tan intensos, tan estruendosos la noche aquélla desde la habitación de al lado... Fue fantástico ver salir a dos jovencitas inglesas con sus mochilas. Os aseguro que las de Tatu os dejarían refrigerados a su lado. Francamente, siempre me ha parecido una memez sentir morbo por las chicas a las que les gustan las chicas, tan poco práctico. Pero es inevitable después de un concierto gutural de horas y horas. Mucho mejor que los ensayos de los quince músicos. Al menos una de ellas tocaba con mucha más maestría, eso seguro.
Pero bueno, ahora ya es otra cosa, son inmigrantes negros buscándose la vida en su día libre. Y no me dan conversación y yo tengo mucha prisa. Y nadie gime. Me voy a comer un bocata. Solo. Porque he marcado tres veces mal la clave del móvil y se me ha ido al carajo. Ahora, tarde, me acuerdo del código pin, pero sólo me pide el maldito pon. Creo que Bilbao no es la ciudad ideal para que la pasee solo, hay un recuerdo traicionero agazapado en cada esquina. En los letreros de los cafés. En un jardincillo. En la orilla de la ría donde veíamos a las gaviotas sobrevolar nuestro coche mientras la leía mi último cuento. En el metro de los últimos días. En el puto Burger King. Así que me meto en el cine a ver lo que echen. Quién me lo iba a decir, vuelvo a Bilbao y me meto en el cine. ¿Dónde están mis amigos? ¿Ni siquiera me apetece pasear por la ciudad que más noches me he pateado? Echan la de 007, pero bien, porque me compro un montón de marranadas y me las como y me quedo dormido enseguida y salgo con una sensación agradable, más descansado. Preparado para la noche en la que "que sueñes con los angelitos y que no te piquen los bichitos" pasará de ser una frase tonta a lo que le he pedido a los reyes.


Por qué será que me acuerdo ahora de dónde estaba yo el año pasado, más o menos por estas fechas. Era una ciudad balneario que ya utilizaban los romanos como centro de vacaciones. Señorial, cara, pulcra. Estaba alojado en un gran hotel europeo, un cinco estrellas, supongo, y me habían dado una suite con el nombre de un lord, una cama enorme, una tele de pantalla plana, un dvd, unas vistas a un jardín inglés con una arquitectura de veinte siglos, fuentes, su pequeño laberinto. Cené en el restaurante del hotel. Cocina de autor, una torre coronada por un champiñón gigante y en cada capa una delicatessen y una salsa. Una de las noches me acompañó un ratito en mi habitación la guía turística con las (con perdón) tetas más extensas (grandes es insuficiente) que he tenido y tendré nunca en mis manitas. "Yo esto no lo hago nunca", insistía. "Mejor, porque como te venga una excursión de japoneses..." Ay, las enamoradas de Neruda, cómo son de soñadoras. Y luego a visitar palacios, mueos, termas, catedrales altas y distinguidas. A comer con los simpáticos representantes locales a los que no entendía ni jota. A mandarle mensajes a Ana la Multiorgásmica. Siempre que voy a Inglaterra me lío con una Ana. Siempre que vuelvo, me la encuentro desenamorada.

Yo el contraste lo veo con diáfana claridad, no sé vosotros. Puñetera crisis. En fin, si no quereis que esto vuelva a pasar, por favor: sed solidarios y COMPRAD REVISTAS. Cinco Estrellas, sí. Pensión Serantes, no. Nunca Mais.

(para que luego digan que mis posts no tienen moraleja)

sábado, 4 de enero de 2003

Estaba claro que con Marta no, que un tipo con este historial, un elemento que ha bailado jotas segovianas en Coca, que ha ganado un reloj en el concurso de poesía de su pueblo, que se lo gastaba todo al póquer en la cafetería de la universidad mientras desayunaba un sol y sombra bien cargado de anís, que leía a Góngora en un pinar de su pueblo, después de bajar la cuesta de la Pio ja en una destartalada bicicleta sintiendo, feliz, el viento en la cara, un chavo que se sentaba a ver el atardecer sobre el páramo castellano mientras escuchaba a un paisano contándole lo buenas que eran las canciones de Jorge Negrete, un pollo que se pasó la pre adolescencia haciendo de acomodador en el cine de su padre, robando botellines vacíos para revenderlos, descubriendo el sexo en recortes de Interviú o en la vecina que tomaba el sol en el césped de la piscina de la urbanización, un chico que empezó a fumar hace un par de años, que descubrió las drogas en el 2001, que tiene una fijación estúpida con las peluqueras, que juega con los niños y huye de los perros, que llora con algunas poesías, un cafre que quemaba moscas en el horno de leña de la señora P atro, que le rompió la nariz al presunto rico del pueblo que le había robado al amor de sus diecisiete, que, antes de ser apaleado, insultaba a los tipos que venían en manada a provocarle porque les caía mal, un pardillo que aún se emociona cuando una chica nueva le baja los calzoncillos despacito y le pregunta ¿puedo?, que confunde el amor con cualquier otra cosa relacionada con la acumulación de sangre en un punto que no sé, que iguala unos ojos cualesquiera y su cosa blancuzca con la idea platónica de la belleza, la verdad, la virtud... alguien así, con todo su mestizaje desfasado, no tenía mucho que hacer con una enamorada de lo nuevo, siempre reiniciando desde el mismo punto. Estaba claro que ella se iba a quedar con el tipo del pendiente. Lo que no era tan evidente al principio es que fuera a preferir antes al otro y antes al otro y antes a cualquier otro. Vaya. Pintan bastos en virgenfuriosilandia.
Lo que pasa es que no sé, que soy transparente, que soy incapaz para la sofisticación y el artificio, que no debería pertenecer ni al club en el que me han admitido como miembro por error. Porque no podría ser mod, ni rocker, como quise justo cuando volví de la peluquería con ese tupé clavadito al de Elvis, justo antes de que mi madre me metiera la cabeza debajo de la ducha. Ni neoliberal, ni grunge, ni de esta tribu de periodistas, ni de los jóvenes escritores triperos (y eso que en teoría eso debería dárseme bien: congresos y subvenciones), ni de mi grupo de amigos, ordenados, reposados, cómodos, incluso los que se creen transgresores. Ni de mi casa, ni de mi cuerpo, ni de mi mente. Estoy fuera. Expulsado del paraíso. Non grato en el purgatorio. Aburrido para el infierno. También soy demasiado siglo XX y un poco siglo XIX y una pizca del XVII. Ya es tarde, ya no puedo, no puedo ser un objeto de consumo. Con lo que me gustaría. Hasta siempre Martita, no hay nada que yo pueda hacer. Me molaban tus piernas y tus medias de rejilla. Te habría mordido.
Menos mal que mañana voy a Bilbao, menos mal que he quedado con la hermana de mi amigo. No todo está perdido, quizá me pida otra vez que la atice, como cuando estábamos en la cama de la peluquería de mi ex y me daba patadas para que la sacudiera. Aunque yo me conformaría con un poco de sol o de chirimiri para hacer la fotosíntesis, con recorrerme la noche bilbaína con provecho y escribir otra vez un texto que arranque una sonrisa o boquiabra un momento a mi redactor jefe. Sólo eso. Saber que tengo la palabra exacta. Mínima, nada espectacular, pero ajustada.
O quizás me compre unos libros viejos en la Plaza Nueva de Bilbao y les pinte un ex libris con una fecha de después del 2000 y una frase que escribió Baudelaire en el 1800. Hay que ser sublime sin interrupción.

viernes, 3 de enero de 2003

Vuelve uno de las vacaciones un poco... iba a poner deprimidillo, pero resacoso es más exacto. La nochevieja terminó a las cuatro de la tarde del uno de enero y siguió con un bonito viaje infernal en tren. Así que después de todos mis buenos propósitos, me levanto a las once y media. Coño, las once y media. Y me voy a trabajar sin ducharme ni afeitarme ni despertarme. Me han dejado una lista de tres folios con las cosas que tengo que hacer durante las vacaciones de los demás. Creo que voy a contestar el correo. Email de Ana la Cocainómana: "Del día tal al día tal no estaré en la oficina, contactar con mi compañera XX" (XX, vaya nombre que le pusieron sus papás). Mi neurona legañosa se abre paso entre toda ese material de despojo que debo de tener dentro del cráneo, y decide que eso ha sido un intento de comunicación, un año después. Contesto. "Feliz 2003 para ti también. besos". Al minuto me llega un correo de Ana que dice: "Del día tal al día tal no estaré en la oficina, contactar con mi compañera XX". Vale, era su mensajeador automático y no ella quien me escribió. Cuando llegue y encuentre mi email se reafirmará en la idea de que soy gilipollas. Encima dándole argumentos. Abro el número de este mes. Una mierda, una mierda, una mierda, una mierda. Bien, escribí cuatro mierdas una detrás de otra. Genial. Llamo a Silvia. Le había dicho que no podía comer con ella porque quería recoger mi habitación al mediodía (ja), pero creo que ahora es más urgente lo de cogerme un pedo vespertino y reirme un rato de mí mismo. Vamos al restaurante al que llevo a todas mis visitas. Con el menú del día nos ponen un Rioja reserva del 95, qué majos. Y no es vinagre. Nos ventilamos la botella. Una copita de anís del Mono. Otra de Marie Brizard en otro bar. Hablamos de amor y casi llora, hablamos de amigos y casi llora, hablamos de trabajo y casi llora. Le acompaño hasta el taxi dando tumbos. Me besa en la esquina de los labios, mala puntería, me he movido mucho. Me pillo una cerveza en la máquina. Trabajo un rato. Quedo con Z. Me despisto y en vez de esperarla en la máquina del café me quedo en mi sitio, así que todos la miran y todos cotillean. Desde que nos enrollamos ha tenido cuatro viajes y un catarro y medio, así que casi sólo nos vemos en los pasillos. Reímos. Quedamos en ir a cenar juntos cuando vuelva, para celebrar que he terminado mi libro. ¿Sigue pendiente el viaje al Caribe? Sí, claro. Ella se encarga. Le pregunto que si se ha hecho algo en el pelo, que está muy guapa. Me dice que no. Pues entonces estás tan guapa como entonces. Tú también estás guapo. Le pregunto si lleva una de sus camisetas. Se sube el jersey y me la enseña, es la de cuando la conocí, de la que hablamos en nuestra primera conversación. Entonces y ahora sigo hipnotizado, pensando en lo bien rellenada que está esa camiseta, pero sólo me atrevo a hablar del diseño. Ahora además tengo un recuerdo brutal que me tensa las manos. Mantiene el jersey alzado mucho más tiempo de lo adecuado. Mantengo las manos más inmóviles de lo que me gustaría. En la puerta del ascensor le cuento que le he hablado a un amigo de ella, y que me dice que no son normales tantos viajes, que a ver si va a ser que no me quiere ver. Hablamos luego por teléfono y me dice que le explique a mi amigo que... Vale. Me voy al cine. En ninguno echan nada bueno. Ah, sí, en el Princesa están reunidas todas las pelis que quiero ver. Me duermo en un taxi y se me pasa un poco la cogorza. Con una botella de agua en el bolsillo del pantalón y una coca cola del Mc Donalds con pajita y todo asomándome por la cazadora (hay que combatir la resaca temprana) pido una entrada para El traje.Voy a pagarla y la taquillera me dice "no, déjalo". Sin siquiera un gesto de sorpresa doy las gracias y entro.
¿Os había dicho ya que me encanta el Madrid oceánico? Semper eadem. Siempre la misma y siempre renovada.

lunes, 30 de diciembre de 2002

Vete ya de mi vida
Déjame en paz
Tus ojos de perdida
No me dejan soñar

Y las dos chicas han salido a bailar conmigo, y no es que sea un bellezón, mono quizá, interesante siempre, mi escudo de armas, pero he sido el primero, pero he sonreído a todos, hombres, mujeres, cosas, y he estrenado la pista y he sacado la lengua y he invitado a bailar, y eso en Valladolor es mucho. Y la primera se ha rendido enseguida, nos hemos sonreído, pero no. Y entre la segunda y yo se ha metido Jose, y yo bailo con Jose antes que con nadie, porque es mi amigo desde que llevábamos abrigos grises largos y yo era Mano Negra y Carlos, Sombra de Águila. Y ahora, sentados en el bordillo me dan ganas de gritar que lavorare stanca, love hurts, vivir mata. Recitar que yo he visto cosas que vosotros no creeríais, atracar naves en llamas más allá de Orión, y que todos esos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia. Y mientras Cristina recorre Lisboa o surca las sabanas del hotel con su nuevo amante, yo siento otra vez la brisa de Cádiz sobre nuestras piernas desnudas, en la playa, en la moto, en las calles. Y el flamenco nos vuelve a unir separados en la caseta junto a la playa, y le canto una copla y le traigo un pincho de atún de almadraba, y nos besamos dentro del mar. Y me duele que piense que la quiero, porque la quiero con toda mi alma, y me duele que me diga que las últimas horas gaditanas, tras el atardecer, las quiere pasar sin mí, comiendo el pescado que a mí no me gusta, frente al agua salada. Y sé que el recuerdo sólo vive en mis ojos, que no tengo tecla de reinicio, que ellas sí, pero yo no sé borrar nada, y por las mañanas acumulo todas esas cosas que nadie creería, que nadie sabe, que nunca han existido. Y sé que era yo como cualquier otro. Que no fui nada para Merche, ni para María José, ni para la Innombrable, ni para Cris, ni para Ana, ni para Ana, ni para Ana, ni seré nada para Z. Y quiero no estar enamorado de ninguna de ellas. Quiero no recordar el primer beso de cada una. Quiero que sus ojos no vivan en mi mirada. Hoy no. Hoy no puedo.
Y Jose no me hace mucho caso, pero se sienta en el bordillo conmigo. Y la chica del Tintín me pita y me sonríe cuando pasa con el coche. Pero yo bailé con José. Porque es él y nadie más quien está aquí conmigo mientras canto que un carro putas va pa toledo, va pa Toledo, un carro putas va pa Toledo, va pa Toledo, un carro putas va pa Toledo, va pa Toledo, y a la puerta del Maika se muere el burrro, se jode el carro, putas al suelo. ¿Veis por qué cuido tanto a los amigos?

domingo, 29 de diciembre de 2002

-¿Te ha gustado Jarri Poter, Carolina?
-Sí, pero daba miedo.
-Qué ya te he dicho que no daba miedo, que daba susto. ¿Y qué es lo que más te ha gustado?
-Los caballos de Navidad en la nieve (ah, sí, una escena de un minuto) y los aplausos al final. (Claro. Los aplausos. A mí también me gustan los aplausos. Si alguna vez hago una peli y no sé como terminarla sacaré a un montón de gente y les haré aplaudir a alguien a absurdo. Como en Jarri o en El último tren, que terminaba igual, pero tenía todavía menos sentido. O en El club de los poetas muertos o en esa en la que Al Pacino hace de ciego, o en todas. Mira que gustan los aplausos. Bravo, bravo. Tienen unas puntuaciones altísimas en las pruebas de público. Siempre funcionan, yo les daría un diez, porque lloro siempre. Si follas conmigo o me estoy muriendo ponte en pie y apláudeme. Empieza despacio y conviértelo en palmadas atronadoras. Llama a unos amigos. Aplaudidme. Fin)
-¿Y lo que menos?
-Que era de miedo.
-Que no, que era de susto.
-Y tú te has quedado dormido.
-No estaba dormido, estaba pensando.
¡chof!
-¡Como te vuelvas a manchar te, te, te... me como tu postre!
-¡No! Es mío.
-¿Pero no ves que no puedo estar todo el rato levantándome a limpiarte, que estoy viejito?
-Tú no eres viejo.
-¿Entonces soy un niño?
-No, pero no eres viejo porque no tienes novia.
-¿Y cuando tenga novia seré viejo?
-Sí.
(lo que saben los niños)
PRODIGIOS DE LA MERCADOTECNIA
Me gusta Chenoa.

miércoles, 25 de diciembre de 2002

Anita, a veces pienso que no me quieres nada. Que soy sólo una cosa del pasado, pegajosa e insólida, como todas las cosas del pasado. Quizá esto vuelve a ser tu afecto de marea, cuatro meses juntos, cinco años sin mí, cuatro meses mía, dos años sin verte, algunos días cerca, casi siempre etérea.Quizá es que es culpa mía, quizá es que no debí lanzarte un S.O.S., menos en Nochebuena. Quizá es que diga todo tu “feliz navidad”. Quizá es que estoy pidiendo demasiado. Quizá estoy muy gruñón. Quizá es que ya dejaste de ser nuestra y ahora eres del todo tuya. O sólo de quien quieres. Tal vez yo debería sentarme y esperar a que la luna nueva sea propicia y te traiga a mi orilla una vez más. Tal vez la culpa es mía, o de la Navidad. Tal vez no esté mi madre. A lo mejor me faltan las raíces y a veces no respiro en este pais de arenas movedizas en el que he decidido ser el rey. A lo mejor yo quiero, canto, grito y susurro por algo duradero y luminoso que me mantenga a flote en esta tierra en la que nada hay mío, ninguna propiedad. A lo mejor me duele que Cristina... a lo mejor me duele que Cristina y mil Cristinas más. A lo mejor ya tienes con tu carga. Quizás tenga razón Sofía cuando afirma que si digo tu nombre parpadeo. Tal vez reparto títulos -mejor amiga, amor platónico, relación especial- que nadie me ha pedido ni puede alimentar. A lo mejor te pido demasiado, a lo mejor me pongo muy pesado. A lo mejor no es tanto. A lo mejor es más.

domingo, 22 de diciembre de 2002

A ver, por donde íbamos... ah, sí, el jueves aquel.

-Ring, ring.
-Lau, que ya tengo piso, al lado del trabajo. Me traslado el domingo
-¡Qué bien!
-Oye ¿por qué no te vienes conmigo a la fiesta para celebrarlo?
-Es que tengo que acompañar a mi novio al médico.
-...
(cada vez que “mi novio” sale de su boquita de moras salvajes yo hago unos puntos suspensivos)
-Pues entonces no nos vamos a ver.
-No. Pero si quieres te hago una visita en tu cuarto esta noche, cuando llegue borracho.
-(sorprendida) ¡Ni se te ocurra!
-Sí, creo que me voy a pasar.
-(aterrada) ¡Que cierro con tranco!
-Deberías. Yo si fuera tú cerraría.
-¡Voy a cerrar! ¡Oye, que no!
-Pero tonta, que te va a gustar...
y etcétera

Llego a la fiesta. Elena, la antigua propietaria del macintosh que uso en la redacción ahora, se pira.
-Quédate.
-Me voy, tengo una cena con mi ex novio y más gente, ya he tomado un par de mojitos y están empezando a afectarme. Y no es cuestión de que llegue borracha, que hace mucho que no le veo.
-Pues tómate otro y lo rematamos. Dame el abrigo.
-Venga, sólo uno.
-¡Dos mojitos!
-Si quieres te acompaño a la cena. Puedo hacer de novio y le damos celos y nos damos besitos y eso. (oh, lo que he dicho) (oh, que me he enterado luego de que su ex es famoso)
-No sé yo si es buena idea.
-Esas cosas siempre sientan bien. Se queda uno como con más amplitud torácica, como después de un Vics Vaporú (¿?)
Y etcétera.

Elena se va y aparece Carmen . Está muy guapa, pero tengo hambre. Así que me preocupo más de que los camareros bajen la bandeja al pasar a nuestro lado que de darle conversación. No importa.
-Me voy.
-Tómate la última conmigo y me cuentas que vas a hacer en Navidad.
-Vale.
(mierda no tengo ni un euro)
-Camarera ¿hay barra libre de algo todavía?
-De cerveza.
-Dos, por favor.

En fin, que estamos en la barra, me habla de sus padres y eso. De los viajes que no nos hemos hecho este año y de los que sí. Y aparece una joven muy guapa, muy sonriente, muy vaquera y muy vintage.
-Hola.
-Hola ¿qué tal?
-¿No te acuerdas de mí?
-Bueno, sé que te conozco, pero ahora no caigo, estoy quedando fatal. (ay, que me lo diga, que no me vacile más)
-A ver, haz memoria, una noche loca.
-Bueno, es que últimamente he tenido muchas (sí, en los últimos 15 años) (¡a ver si va a ser la del Mito, que era más o menos así...!)
-A que acabas de terminar una relación.
-Pues sí, ¿cómo lo sabes? (con cara de merluzo y genuinamente asombrado, yo a partir de la tercera copa o soy malo malísimo o un pobre inocente con entendimiento de pez)
-Pues por lo de las noches locas. ¿De verdad que no te acuerdas de mí?
-Pues no. Pero, ¿a que tú también acabas de cortar?
-¡Pues sí!
-Es que nos reconocemos. ¿Quién eres?
-Pues la chica de esa revista, que viniste a pedirme el teléfono de un famoso el otro día.
-Uy, sí.
-¿Y quién te creías que era?
-Pues... eh... una chica que... eh, bueno no sé su nombre, pero... ¿quieres una cerveza?

Blablabla, pues mi ex me ha regalado maría, blablabla, pues el mío era el primer novio que tuve, con 26 años (glups) blablabla, ¡hasta otra, Carmen!
-Blablabla me quiero ir de España.
-Yo me fui, viví en Londres, y no funcionó. No arreglas nada huyendo hacia delante. Lo mejor es dejar los problemas resueltos y luego, si te sigue apeteciendo, te vas a donde sea. Siempre recuerdo los versos de Cavafis, “la ciudad te seguirá/ para otro puerto, no lo esperes,/ no tienes barco, no hay camino./ Así como arruinaste tu vida en estas calles, / así la perdiste en el resto del mundo”.
-Con esto deben de lanzársete encima.
-Bueno, me funciona mejor Garcilaso.
-A ver.
-Escrito está en mi alma vuestro gesto/ y lo que yo escribir de vos deseo/ vos misma lo escribiste yo, lo leo/ tan cuerdo que aún de vos me guardo en esto./ Yo no nací sino para quereros,/mi alma os ha cortado a su medida/ por hábito del alma misma os quiero,/ por vos he de morir y por vos muero.
-Tienes razón, funciona.
-Pues no te he visto tirarte al cuello.
Me besa el cuello.
-He quedado con unas amigas en el Café de los Artistas. Te vienes.
Me voy.

Pero antes trato de saludar a las organizadoras. Me acerco y hablan con una tipa de un periódico. Cuando llego se hace un silencio tenso. Voy pedo. Me presento y me disculpo sonriente. No quería interrumpir una conversación de chicas. La tipa destalentosa me mira con desprecio y me dice que sí, que estaban hablando de depilación. Un tema muy interesante sobre el que me gustaría aprender algunas cosas, pero a lo mejor estabais hablando de Dostovieski o Física Nuclear, que con vosotras nunca se sabe. Me disculpo por haberla parecido machista y me despido. No hay manera. A ver: que existen dos sexos (o hasta tres, según versiones). Un chiste machista es aquél en el que se ridiculiza al femenino, pongamos que se le denigra. Y eso en un chiste no tiene por qué ser malo. Los hay que ridiculizan al hombre, a los loros o a Jaimito. Y no pasa nada. Pero luego están los chistes y comentarios sexistas, que se basan en el hecho de que hay dos sexos y bromean sobre sus diferencias, que resulta que existen, qué le voy a hacer yo. Y esos ya son absolutamente inofensivos y sólo tienen capacidad para molestar a los absolutamente imbéciles, a quienes han dejado el sentido del humor y el sentido común en un cajoncito porque si no no les cabía la ideología pedestre con la que tanto lucen. Pero el jueves no tengo yo cuerpo de maestro escuela. Si no, hasta me habría detenido a explicarle que existe un género neutro que abarca a ambos y cuya declinación coincide con el masculino. Más que nada para que no meta más la pata escribiendo los madrileños y las madrileñas, y memeces/as así. Y para que sólo use la distinción cuando quiera dejar claro que se refiere a los dos sexos. Por ejemplo, si fuera bisexual debería decir en sus oraciones: "me gustaría follar con un chico o una chica para que se me quitara esta cara de palo y se me pusiera el sentido del humor", en lugar de rezar "me gustaría follar con alguien...", que es mucho menos preciso porque puede referirse tanto a las almejas, como a los caracoles como a los crustáceos en general. Y ej que de verdad, llevo un mesecito aguantando que me llaman machista casi por cada comentario sexista. Me voy a hacer una fotocopia, para repartirla antes de cada comida y no tener que explicarme todas las veces. Y tendré cuidado con los chistes de loros cada vez que pase por una pajarería, prometido. Aunque creo que los loros saben reirse mejor de sus particularidades que algunas personas y algunos personos.
Pero el jueves no estoy didáctico. Reconozco que soy un cerdo machista y me voy, que me está esperando una chica estupenda.

(CONTINUARA...)

domingo, 15 de diciembre de 2002

Por fin he recogido todo lo que me quedaba en casa de Laura. Por ahí encima he visto un ejemplar de la revista porno más cutre del mercado. Un recopilatorio, doblemente infame. He creído recordar que lo compré en la gasolinera de enfrente una noche que llegué borracho y con falta de cariño. Lo he escondido en una caja y ahora, en mi nueva casa, hojeándolo, me he dado cuenta de que tenía una página marcada. Era la sección de contactos. Hay una chica con ropa interior roja, de cuadros escoceses. Lleva el sujetador en la mano, se muerde un dedo. Es ella, sin duda. Mi ex. La innombrable. Aquella noche etílica lo dudé porque recordaba más grande su pecho. Pero en la memoria (aunque sea en la enterrada) todo crece. También pasé hace poco por la casa en la que aprendí a hablar y vi que las enormes escaleras en las que casi me mato por intentar llegar de un salto desde el último al primer peldaño son una mierdecilla, enanas. Pero no, sus tetas de peluquera, formadas con horas y horas de subir y bajar los brazos con tijeras, tintes, peines, eran esas. Siguen siendo perfectas, con los pezones pequeños y la misma separación. Es una foto favorecedora, algo aprendió en Bellas Artes, en los cursos de fotografía, pero se adivinan sus cartucheras de siempre. También están sus piernas cortas y anchas. Sí, es ella. Con unos zapatos sin mucho tacón, de calidad popular. Se ha puesto mechas. Las bragas tapan el tatuaje. Ese pequeño caballito de mar verde. Pareja de Bilbao, de 30 y 32 años. Ella bisex. Buscan pareja para disfrutar del sexo. No tienen mucha experiencia, pero sí las ideas claras. Contestarán a todos los que envíen fotografía. Es coherente con la trayectoria de los juegos que practicamos en nuestra última época. Es lógico si tenemos en cuenta lo que me contó sin contármelo cuando la dejó el tipo por el que me dejó y pidió mi ayuda y yo me fui hasta allí y estuve una semana consolándola, escuchando sus lloros y su arrepentimiento y sus ofertas de amistad eterna. Y dormíamos juntos y nos besábamos, porque nos hubiéramos sentido muy raros si lo hubiésemos hecho de otra manera. Y terminamos practicando sexo manual y nunca me había sentido tan triste como aquélla noche. Y me dijo que no quería volver a jugar a aquéllas cosas de los últimos tiempos. Y le expliqué que nadie había dicho que estuviéramos ahora juntos, que antes tenía que demostrarme muchas cosas. Y me las demostró enseguida. Le dijo a aquél tipo que se había quedado embarazada. Le pidió 100.000 pesetas para el aborto. Él mandó 120. Me invitó a unas vacaciones, pero no pude ir. Y se fue con un grupo de gente. Uno de ellos es ahora su marido. Así que, sin que yo me lo esperara por segunda vez (estúpido) no volví a saber nada de ella ni de su amistad eterna, ni de todo ese pesar por cómo me había tratado. Bueno sí, supe que quería recuperar todos los regalos (todos no, sólo los de valor) (económico) que me había hecho. Una historia sórdida.
Y lo que me contó en aquél intermedio en que la vi por última vez fue que el tipejo había propuesto llamar a una puta, para probarlo. Ella había dicho que sí, pero no lo habían hecho. Sólo que para entonces yo ya sabía distinguir cuándo mentía. Cuando me contaba una cosa para que me enterase, aunque cambiando algunos datos casi siempre sin motivo, por pura deshonestidad patológica. No sé lo que la hicieron de pequeña, por qué le asustaba todo tanto, por qué al principio temblaba por las noches, por qué me costó tanto que confiara en ella misma. Creo que fueron las monjas. Era un animalito hermoso y aterrado. Y muy burro también. Y yo la hice daño, pero la enseñé a ser independiente, a creer en sus posibilidades, a tomar decisiones. Como la de borrarme. Ella a cambio fue mi madre, mi secretaria, mi enfermera. Y descubrimos el sexo juntos.
Así que deduje que lo habían hecho, que le había gustado. Que ahora puede escribir un anuncio y decir que es bisexual. Supongo que es ella la que lo ha propuesto. Ocho años convencido y sin lograr convencerla de que le gustaba más el sexo de lo que podía reconocer desde el enfermizo pánico a su propio cuerpo y a sus propias apetencias. Y ahora ya lo ha descubierto.
Llevaba dos años sin saber de ella. Y tres sin verla. Se ha puesto mechas.

sábado, 7 de diciembre de 2002

Somos el uno para el otro,
está claro que es para siempre,
la gente se muere de envidia...
Pues para mí, no es suficiente.
Es que no basta con querernos
yo quiero ser tu novio de la infancia
y qué si el pasado no se cambia,
podemos inventarnos nuestra historia
y, si nos preguntan, recitarla de memoria
Es que no basta con querernos
yo quiero ser tu novio bajo el agua
y qué si hemos nacido sin branquias,
podemos respirar profundamente,
aguantar el aire y quedarnos para siempre
No basta con querernos
yo quiero ser tu novio eternamente
y qué si todo el mundo se muere
no lo pienso impedir, peor para ellos
yo cuento contigo para ir matando el tiempo
Vamos a vernos cada tarde,
a pasear constantemente,
a correr con todos los gastos,
a discutirnos con la gente.
Vamos a darnos muchos besos,
a entender todos los conceptos.
Vamos a analizar los hechos,
y es que no basta con querernos...


Esto es el comienzo de una hermosa amistad, éste es el final de Casablanca, éste es el encuentro entre la materia y la antimateria que provoca un big-bang antes de tiempo, este es el nacimiento de una nación, esta es una encrucijada temporal fundamental para la humanidad, esto es como cuando se conocieron Ortega y Gasset, inseparables.
Pero tened en cuenta, niños, que si alguien se ofrece para ir a vuestra casa de madrugada tiene todas las papeletas para ser un sicópata descuartizador o un mormón evangelizador. Y no sé qué es peor.

jueves, 5 de diciembre de 2002

Pues sí que me quedé a gusto sí... Lo malo es que te desayunas hoy por la mañana con la historia de que han contratado un submarino para ver si pierde más fuel el barco pero, eso sí, con clausula de confidencialidad, para que decidan cómo ocultar qué información. O te cuentan que a una experta del instituto que hace las mediciones le preguntaron en la tele que si creía que no iba a haber más pérdidas, como asegura el Gobierno, y contestó "eso no se lo creen ni ellos". Punto. O ves el telediario de la noche (A3) en el que muestran como el Gobierno está coordinando a los voluntarios (ahora), vamos, más bien lo muestran como si fuera cosa suya y etcétera, y se te queda muy mal cuerpo. En fin. Me niego a que esto se quede así, a ver qué es lo que se puede hacer.
Y Meri: no, no he votado, me parece que el sistema de partidos está podrido, que sin participación de los ciudadanos no hay una democracia, sólo unas elecciones, y es una mierda que el único motivo para votar sea votar "en contra de", no me parece nada sano. Pero peor me parece cruzarse de brazos ante ciertas cosas. Si hay que votar en contra de los nazis, se vota, sean cuáles sean las otras opciones. Y si hay que votar en contra de un partido instalado en una dictadura de la información que hace que las decisiones se tomen teniendo en cuenta la imagen que se quiere transmitir, independientemente de a quiénes se joda por el camino (aunque sea a toda una región, a todo un país o a todo un ecosistema), se vota. No me quejo, actúo ahora que creo que es el momento y con todos mis medios, que son algunos más que el voto, pocos más, pero algunos, la palabra, que la tenemos todos.
E Iribarne, no son gilipollas, son parte de un negocio. Y no deberían ser sólo eso, porque si no ¿para qué coño cobran subvenciones y tienen derecho a la publicidad institucional que mantiene los medios? La única manera es conseguir que los gestores de medios de comunicación se den cuenta de que tienen entre manos un negocio muy sensible que depende mucho de la imagen, se dejen de dilapidarla para aumentar las cuentas de resultados del año en curso y decidan construir un negocio sólido a medio-largo plazo manteniendo cuotas de independencia y crítica aún a costa de una pérdida inmediata de migajas publicitarias. A los que ponen la pasta sólo les puedes hablar de pasta, me temo. No he visto a ningún soñador en un consejo de administración de un periódico. Su conciencia está limpia con alguna que otra campaña social en las páginas menos destacadas. No creo que la dictadura informativa gallega tenga nada que ver con que Fraga sea gallego (¿no lo son el resto de los candidatos?) sino con una cuestión de dinero. El dinero es miedoso, ya se sabe. Y si en lugar de hablar de empresas hablamos de periodistas, qué podría decir... El que tiene una beca se está dejando los cuernos 10 ó 12 horas diarias para tener alguna posibilidad, el que tiene un contrato no quiere perderlo porque sabe cómo está la cosa, porque tiene hipoteca o familia o vicios variados, el que tiene un carguillo va participando de la visión de empresa poco a poco (o de golpe, los hay entusiastas)... Y además, ¿de qué serviría querer contar otras cosas, si en lo alto de la cadena te van a parar los pies inmediatamente? El que quiera opinar, que ponga un weblog, que, como es gratis y anónimo, ni te cortas ni te vendes.

miércoles, 4 de diciembre de 2002

Estoy indignado y voy a aprovechar que me han venido a ver todos esos tipos estupendos (como mínimo numerosos) de barrapunto para hacer campaña.
Mariscadores, vecinos y voluntarios de fuel hasta las cejas. Los pescadores pagan de su bolsillo los materiales para recogerlo. Para el gobierno no hay marea negra. Sobre todo para el gallego, tan acostumbrado a la desinformación que aprendió, precisamente, en el Ministerio de Información de hace unos añitos, cuando hacer propaganda de ellos mismos era un negocio tan próspero y tan legal como para mantener edificios de oficinas, millones de resmas de papel, muchas máquinas de escribir, cajoneras, archivos, ministros, secretarios, subsecretarios, funcionarios de carrera, contratados, bedeles, comilonas y francachelas nocturnas de las del Chicote. Ahora he oído espeluznantes historias gallegas de despidos y depuraciones por simples críticas, listas de gente de la que se puede hablar y de la que no en los medios no gubernamentales, acojonados por si les quitan las tres o cuatro publicidades semanales o la cuña. Algún día nos enteraremos de que estas cosas son más rentables al revés, que el medio tiene capacidad para asustar a los gobiernos con una campaña en contra cuando compren a la competencia y no repartan la publicidad institucional adecuadamente. Todo ello para que nada sea perfecto, pero sí mejor.
Y claro como están acostumbrados a que periódicos, radios y teles sean su jardín, para esta vez han actuado como siempre, mintiendo descaradamente, como el propio consejero de Pesca, que habló por la Ser, la bestia negra de la Xunta, los únicos que dan ciertas noticias, para asegurar que Fraga no estaba de cacería, que había estado al pie del cañón, trabajando con él codo con codo, y que el que dijera lo contrario era un hijoputa y un vendepatrias. Lo que pasa es que esta historia se les ha ido un poco más lejos de su chiringuito, concretamente a los medios de comunicación del mundo. Y claro, los pobres están desolados, no entienden cómo es posible que no publiquen lo que dictan acompañándolo de una reverencia con doble volatín. Pero no te creas que dimite, el tío.
¿Qué más da resolver o no los problemas, aunque adquieran consistencia viscosa de petróleo y altura de catástrofe? Lo primordial es salvar la imagen, una lección que los amigos de la familia comodebeser y de la mujer-mujer (y del hombre-hombre, como Ismael Álvarez) del pepelín aprendieron hace años, sin que hayan sido capaces de pasar a la siguiente. Asi que, para mantener el culo en su confortable sitio de cuero, lo que hay que hacer es a) inventarse algo. Rápido, Sáinz de Gonorrea, invente. "¿Qué le parece esto, excelencia?: Fraga estuvo en la cacería, pero no cazó". Brillante. Y b) marear: "es una vergüenza que los buitres de la oposición se aprovechen de una desgracia para conseguir votos".
Uno puede entender que el objetivo número uno de un partido en el poder sea conservar el poder y el de la oposición alcanzarlo. Escribía Julio Camba en un magistral artículo que lo normal es que un concejal robe, como es natural que un toro embista. El escándalo sería que el concejal se pusiera a cornear a los contribuyentes. Y no te cuento el escándalo que se formaría en la plaza si el noble astado se atreviera a quedarse con un solo duro del bolsillo de los del tendido siete. Asi que, como sabemos que robar es consustancial a los políticos votamos al que mejor nos cae, para que prospere.
Y por lo tanto, uno puede pasar porque los compañeros de pupitre de estos tipos se lleven a Miami cuatro mil kilos en stock options o se forren inflando los precios de los pisos sin que nadie ose arañarles el negocio billonario con viviendas oficiales de alquiler o venta. Y mira, aunque tenga que vivir en un piso compartido y le haya pagado la vidorra a las generaciones venideras de internacionales Villalongas con unas facturas teléfonicas de asustar (cuando todavía no tenía más opciónes que pagar a Telefónica o utilizar el tam tam) tampoco os he echado un mitin nunca, porque pa qué. Pero es que este nosotros contra todos, que además son imbéciles, es el colmo de la desfachatez y no se diferencia de, por ejemplo, el régimen de Castro, en nada más que en una presunta sutileza que no se ve por ninguna parte. En realidad aquí se usan fondos públicos para pagar medios en lugar de para pagar policías.
¿Qué hacen los vecinos recogiendo fuel cancerígeno? ¿Por qué no mandan equipos adecuados o al ejército u organizan un voluntariado o van ellos mismos a currar, con lo bien que quedarían en la foto? Porque algún genio del departamento de imagen ha decidido una vez más que lo mejor es quitarle importancia al asunto hasta que desaparezca de los medios, como hacen con todo.
A mí me parece que es ya pasarse de hijoputas. Que roben, que compren medios, pero que no estorben cuando sucede un auténtico desastre. ¿Qué pasaría si hubiera una guerra, un terremoto, una crisis económica fulminante? Es más ¿son capaces de provocar al menos dos de estas catástrofes? Están acostumbrados a asegurar que nunca pasa nada, que España va bien. Y es que el día que lo arrase todo la bestia de muchas cabezas que anunció San Juan en el Apocalipsis el día aquél que se fumó esa maría tan chunga, saldrá Rajoy comentando en el No-Do de TVE (o en el de Antena 3, más papistas que el Papa) "me pareció ver un lindo gatito".
Asi que se acabó, yo no espero a la próxima. Vengo oyendo que las alternativas son igual de malas. No. Me resisto a creer que nadie pueda tener tan poco respeto por todo, me resisto a creer que no sirva de nada el decirles: "oye, que con todos los medios a favor, con inversiones de miles de millones en hacernos creer que el IPC se mantuvo cuando llegó el euro a pesar de que era EVIDENTE que todo subió una barbaridad, os podemos echar. A vosotros y a los que vengan".
Yo no he votado nunca, ni siquiera sé en que ciudad estoy empadronado, dudo entre tres. Pero esta vez me voy a ocupar de enterarme y voy a ir a las urnas para votar a cualquier partido que NO sea el PP. Haced lo mismo, no les voteis, elegid al que menos rabia os dé, al que os caiga más simpático para que se forre, votad si quereis a extrema derecha, a extrema izquierda o a extremo centro, da igual. Nuestra ley electoral perjudica a los partidos grandes cuando aumentan los votos de los pequeños. Pero no voteis al gobierno franquista (y lo digo con todas las letras y me temo que no estoy exagerando, a la vista está) de Galicia. Ni al que le importa todo un pijo desde Moncloa.
Y recordad que el europeísimo Ruiz Gallardón, nuestro posible futuro candidato a presidente, es el que ha conseguido que, en Madrid, yo no me pueda comprar una botella de vino a las diez de la noche, ni sentarme en un banco a leer el periódico con una lata de cerveza un domingo por la mañana. Porque solucionan los problemas así: el problema es el ruido y la suciedad, no actuemos contra el ruido y la suciedad, sino contra la bebida en la calle. Brillante, una vez más. Eso es cortar los problemas de raiz. Concretamente, recortar las libertades individuales, que son la raiz de todos los problemas de estos tipos.
Y por supuesto, si le quieres pasar este texto por email o como sea a cualquier indeciso, no lo dudes. A lo mejor resulta que un email sirve, que un voto sirve. Si no lo intentamos nunca lo sabremos.

Las islas Cíes acaban de morir, el fuel está entrando en la ría de Vigo, Rajoy le dice a la Ser que no, que sólo se han visto unas pequeñas manchas a lo lejos. Tú verás.