Como enamoradizo habitual, la técnica más eficaz con la que me manipulaba yo solico era hacer a la Ella que tocase sujeto de cualquier canción de amor que escuchara. Quién no lo ha hecho alguna vez. Yo, todas. Como me he reciclado en misántropo vocacional, ahora me dedico todas las canciones de amor y desamor a mí mismo, me invento que las cosas que dicen las letras me las digo yo a mí. Funciona requetebién.
/////"Sigo virgen y furioso". Arthur Cravan, recién llegado a la ciudad, en una carta a un amigo/////
jueves, 3 de septiembre de 2020
miércoles, 2 de septiembre de 2020
El tiempo también pinta
El viernes paré en mi pueblo camino de otra parte. Ahora que estoy terminando el libro que transcurre allí, pensé que sería buena idea pasar el día en ese escenario arcádico de mis leyendas pequeñísimas; dar una vuelta, quedarme a comer, ver atardecer, fijarme en las calles y en los callejeantes; pegar la oreja para mangar el deje, afanar alguna expresión aborigen, quizás. Cuando empezaba a escribirlo en serio, a principios de este otoño, se me ocurrió la misma brillantez y me quedé un par de días en las fiestas del santo patrón. No fue una buena idea. Ninguna de las dos veces me llevé nada excepto la certeza de que es un libro escrito de memoria, que no habla del pueblo si no de unos recuerdos míos de un pueblo que se parece a este pueblo, pero solo en las piedras y las fuentes, o sea, en el color del pelo, pero no en los andares. Y yo sí que quería que hablara de este pueblo.
Entras a las tiendas y saben quién eres, pero no hay mucho que decir, hablas del tiempo, qué calorazo ¿no? Ya, es que es verano. Te encuentras con gente a la que te alegras de ver, pero o hablas de menos o hablas de más, porque esa historia con la que has respondido al qué tal no pintaba nada ahí. Entras en el bar, te suena alguna cara y te saludan tan imperceptiblemente que puede que no te hayan saludado y, desde la puerta, mientras apuras rápido el botellín, oyes a uno contarle a otro quiénes son tus hermanos y cosas del curriculum de tu abuelo que ni sabías. No hay selva en la que se esté más incómodo que en la que todos te ven entre las hojas, pero tú no puedes ver a nadie.
Así que eché a andar, que era la otra cosa que venía a
hacer a Castilla: salir al campo. Crucé la fuente en la que pasan las movidas en
mi libro, que mira que es fea, y me dirigí hacia uno de los pinares que hacen de fondillo de las tramas que son tramoyas. Hasta que no me alejé un par de kilómetros no se me evaporó el temor de cruzarme con alguien que pensara “¿Qué hace éste andando por un camino a estas
horas de este día?” De la evaporación se encargó un sol que, de 10 a 11, pasó de lumbre a hoguera. Los insectos zumbando, las espigas sequísimas y las chicharras rondándome al
borde del camino contribuían con sus propios grados de más. Supongo que esa sensación térmica sicosomática es algo aprendido: si a tu paso las chicharras cantan y las abejas zumban y los cereales se cuecen espomtáneamente es que estás en un
sitio en el que el sol te trata a coscorrones.
El pinar a donde me llegaba en bicicleta con los libros que había cogido de la biblioteca estaba ahora vallado por una cerca con pinchos. Recuerdo haber leído ahí a Góngora, flipado, y a Luis Mateo Díez, y divertirme. Y haberlo intentado con Javier Marías, que me aburrió nada más abrirlo. Pero ahora no se podía entrar y me quedé metiendo tripa para no salirme de la única escueta sombra que le sobraba a Dios en ese secarral de la valla para afuera. Durante muchos minutos me fijé en todas las cosas que me rodeaban con astuta visión de liebre consultora, con los ojos muy abiertos y las orejas en alto. Al final, a la única conclusión a la pude llegar es a la de que no sé leer un pinar. Ni lo más básico: sé que por aquí los pinos son piñoneros y negrales, pero ni idea de cuál es cuál. Me pareció distinguir tres tipos de cantos de pájaro, pero vete a saber si era el mismo haciendo gorgoritos distintos. Oí a un animal correr entre la espesura, pero igual era algo que había caído de un árbol. No conseguí averiguar qué es lo que daba ese pinar, había un cuenco de recoger resina, pero no sé si era viejo y llevaba ahí décadas o si lo vaciaban cada día. Ni siquiera supe por qué lo habían vallado, porque parecía despeluchado y más bien desordenado. Entre los hierbajos había montoncitos de ramas que, quién sabe, igual los había hecho una ardilla. Quizá lo cerraron para que la gente no entrara a coger piñas. Cuando me iba, encontré un envoltorio de condón, y pensé que sería por eso también. Además, mi pinar es hoy medio pinar. O lo recordaba más grande, como todo lo demás del pueblo, o la vía del AVE que pasa al lado se cargó la otra mitad. Pero la vía lleva lustros ahí y cómo es posible que yo no la viera antes.
Al entrar en el pueblo desde otra carretera también descubro bloques de pisos y chalets de ladrillo, puede que sea ladrillo visto, pero creo que el nombre técnico es ladrillo feo. Están donde yo recordaba solares, caminos de tierra y una señora con unas vacas. Los chalets de estilo feohaus también parecen llevar muchos años ahí.
A las
dos, sin comer, me voy de ese pueblo real que han levantado encima de mi pueblo inventado.
sábado, 29 de agosto de 2020
Me subí a la verja
Lo de los duermevelas sigue a tope. Es, supongo, el atajo que toma mi alma verdadera para escapar del juego de los topos y el mazo con el que la entretengo durante el resto del día. Hoy, fabulo o sueño una historia en la que hay un incidente en un colegio o una universidad: dos personajes discuten y a uno se le escapa algo que le deja en mal lugar y a la vez revela un pequeño secreto. No sale de ahí, al otro no le parece importante, ni siquiera se ha enterado. Hasta que el primero se lo cuenta a su padre, que interviene para tapar su indiscreción y manda a unos esbirros a presionar al otro para que no diga nada. Él termina necesitando contarle a un amigo que le están intimidando. Entonces, más secuaces amenazan también a este otro amigo. Ambos se dan cuenta de que lo que el otro dijo debía de ser algo importante y le dan vueltas para averiguar más. Hay más presiones, algo de violencia, y el secreto se va ampliando porque los sicarios llaman la atención y los dos amigos se ven obligados a dar más explicaciones a todo el mundo. La bola crece y cuanto más tratan de tapar el secreto más se difunde: los responsables de la universidad ven que pasa algo, las amenazas obligan a llamar a la policía y el poderoso personaje manda a unos sicarios a callar definitivamente al primer chico con amenazas de muerte o a matarlo, él no sabe. Por fin, consigue hablar con el padre. Para explicarse, coge un pastel y le muestra cómo, si lo presiona, la crema se sale por los bordes; si lo aplasta, se desparrama y llega mucho más lejos: es todo culpa del que aprieta.
Es una historia que, mientras me quito las legañas, me parece potente. Si tiene hasta moraleja. Lo tengo difuso, pero puede que hable de mí. (En realidad -discurro luego-, de lo que habla es de lo que hice la víspera: comer pasteles de mi pueblo y, justo antes de dormir, ver la peli Algunos hombres buenos). Me había parecido uno de esos argumentos sin fisuras que igual te engendra un superventas. Tenía que hacer algo con él.
Pero, mientras me estoy despejando, me viene también a la cabeza una letra que hace muchos muchos años cantaba a gritos por la peñas de mi pueblo, preferentemente en fiestas: “me subí a la verja con la polla tiesa y te dije: niña me la quieres ver”. Un prodigio de sutileza, como se ve, que me trae de golpe calles, gente, noches y, sobre todo -lo que tienen estas cosas-, la sensación exacta del momento, mi lugar y mi relación con el mundo hace, qué sé yo, dos décadas. Eso sí que es una sensación recia, y eso sí que recoloca mi cabeza de un trallazo como solo saben hacerlo canciones y perfumes. Y este es el motivo, ahora me doy cuenta, de que el libro que escribo, el que me tiene los dedos entretenidos menos a menudo de lo que yo querría. no tenga ni pizca de vocación de best seller, para mi disgusto. Con lo bonito que sería que se vendiera. Incluso que se publicara. Pero, ay, la única potencia que me conmueve es la de estas historias pequeñas tirando a mequetréficas que se pasean por los callejones y corrales de mi pueblo y que únicamente saben alimentarse de los saqueos sentimentales de mi memoria.
viernes, 28 de agosto de 2020
Oculto a plena vista
Cuando estudiaba la carrera, las chuletas me las hacía escribiendo en la mesa. Para que no me pillaran, les ponía encima, en grande y subrayado, el título de otra asignatura. Si era de Derecho ponía Economía y si era de Opinión pública, Sociología. Pensaba que, si pasaba el profesor, colaría. Que nadie se iba a detener a leer la letra pequeña y enrevesada. Ocultar las cosas a plena vista es un truco que funciona mejor de lo que se merecería. Así el Partido Obrero, el Ministerio de Igualdad, la Democracia...
jueves, 27 de agosto de 2020
Sola, fané y descanganyá, por algo será
Ayer había una pareja de chicos en la piscina, brasileños parecían. Metidos en la sombra del fondo, uno meditaba en la postura del loto o la lota o lo que sea y el otro oía música y bailoteaba tumbado. Hasta en bañador, hasta en esa piscina de juguete del gimnasio, le ponían un poco de estilo a la cosa. El de la meditación llevaba un sombrero menos feo de lo que suelen quedar los sombreros en el siglo XXI y cuando vio que le miraba cogió un collar de cuentas que se llamará rosario filipino o tibetano o así para posar un poco más.
Pensé en la de veces que a una escena pacífica en pareja
conmigo dentro yo le quería poner algo más. Algo de sexo, mucho de planes, algo de
poesía hablada o de aspirar el momento, exprimir el momento. Algo de estar en
otra parte que no era esa que ya estaba bien. O de multiplicar el significado para que todo se elevara en
intensidad, para sentir que estábamos viviendo de verdad, lo que quiera que sea que entendiera por eso. A no ser que estuviera
leyendo, que entonces pasaba de todo. La santa paciencia de mis novias.
lunes, 24 de agosto de 2020
Cómo desabrochar un cinturón en los 90
Parece ser que, hasta que se congele el Leteo, el duermevela de amanecida me va a estar trayendo uno por uno el recuerdo de cada beso que he dado. He tenido despertares peores. Lo único, es que empiezo los días, cada día, con un bucle nostálgico que necesita una mañana entera para irse deshaciendo. Alguna vez me dura hasta la noche y más. Habría que besofacturar algunos nuevos, aunque supongo que esos me vendrían en sueños dentro de unos años, así que me iba a dar igual.
Hoy le ha tocado a la primera vez que estuve retozando en una cama con mi novia de la carrera, a los 19. Hasta entonces solo había ensayado todos esos movimientos de pulpo sabio en el montón de arena del cocedero de ladrillos de mi pueblo, en el sofá de la peña, en algún portal y en otros asientos de calambres amorosos por el estilo, sitios todos muy de afueras. Aquella vez, el campo de plumas rasposo fue la colcha vieja de la cama de mi compañera de piso. Por encima, porque meterse dentro era demasiado audaz. Y hubo mucho nonono, sisisí, esas cosas que no es que se estilaran entonces, si no unos 30 años antes, pero que a mí me pasaban. Puse la música que tenía para darle un poco de ambiente. La música que tenía para los ambientes y para todo lo demás era una cinta que proyectaba ir grabando de la radio, pero que no pasó de una canción: La cabalgata de las valkirias. Le ponía el toque épico a cada una de aquellas primeras veces. Las valkirias sorteaban con sus caballos alados manos, botones, corchetes, noes, risas aleatorias, hilos de colcha que se enredaban... Cualquier obstáculo terrenal era nada para ellas, tan celestiales.
No son las 11 y el sol ya me está mirando de frente para decirme "ola" (de calor). Y las valkirias siguen revoloteando por mi cocorota como abejorros. Y estoy menos concentrado en el libro que tengo que terminar de escribir que en la ecuación irresoluble de cómo desabrochar un cinturón en los 90. Me tomaría un vodka.
domingo, 23 de agosto de 2020
Otra cosa
El viernes me desperté con un mensaje de Ana. Había soñado conmigo y quería ver qué tal estaba. Le conté que yo a veces también soñaba con ella y se abrió una compuerta a entonces. Al día siguiente me levanté pensando en ella y en aquella época. Los 17 años. Las primeras imágenes que me vienen siempre son la de un ensayo de una orquesta que vemos desde el gallinero de un teatro de Valladolor y la de la esquina de la pastelería de la Plaza Santa Cruz donde hablamos durante una hora. Creo que esas fueron las primeras veces que la vi como a otra cosa, no sólo como a una chica que conocía.
Me levanté con una sonrisa, pensando que estaba todo bien, que estaba bien haber pasado un ratito allí otra vez. Luego la busqué en Facebook porque hace muchos años que no la veo y quería acordarme bien de su cara y ver cómo está ahora. Sólo había fotos de hace diez años, que es de cuando tenemos todos fotos en Facebook, de la última vez que lo usamos. Habíamos quedado en hablar el lunes y me dio por pensar que estaría bien que las cosas fueran así de fáciles siempre, que por qué no llamar a cualquiera de los que echo de menos desde hace años, quizás a M. y decirles, qué tal, estaba pensando en ti ¿hablamos? ¿quedamos? Que podría ser así de fácil. Ana lo hace parecer así de fácil. Y luminoso, claro. Hace mucho que escribí que ella es una bombilla, un foco o un faro que ilumina cualquier habitación a la que entra. Hasta a una plaza mayor en un mediodía de agosto la pone más brillante.
El lunes hablamos durante una hora y ella dijo lo que los
dos pensábamos, que era como si nos hubiéramos visto ayer. La compuerta se quedó
abierta y entraron más cosas. Ponernos al día fue plantarme frente a un
espejo para contarme cómo son mis días y comparármelos con los de entonces. Hoy
no he dormido tan bien, puede que sea el calor que tiene el aire suspendido en
espirales de fuego por toda la casa. Pero también puede que tenga que ver con
lo que soñaba en el duermevela, Entre esas brumas, Ana, la conversación y el ensayo que vimos
desde el gallinero ya no eran los recuerdos de los materiales de los que estoy hecho, si
no una sensación de fin de algo, una despedida desde lejos que
se me viene haciendo crónica. Al despertar, yo era Tom Sawyer asistiendo a su entierro desde el coro.
sábado, 22 de agosto de 2020
Madurar es de frutas
Vienen otros diarios, unos casi diarios. Al contrario que en otras veces en que (me) anuncio cosas, esta vez sé que va en serio porque los estoy escribiendo y ya llevo un par de decenas de textos. Los dejaré reposar un poco, un mes, y luego los corregiré y los publicaré. Por eso, en el blog a veces me estaré asando mientras en la calle me pongo una chaqueta. Solo quiero atender a esos textos dos veces: el día que los escriba y el día que los publique. Así que, no estoy muy seguro, pero creo recordar que los que tengo almacenados tienen más de confesión que de peripecia; menos de intento literario con autobiografía, de cuento, ensayo o artículo, que de trocito de vida al pasar. También puede que hablen de los engranajes de alguien más maduro, pero de eso sí que no sé nada.
lunes, 1 de junio de 2020
jueves, 28 de mayo de 2020
Mi beef imaginario con Trapiello
Trapiello sí se salva un poco más o al menos le deja al lector la sentencia. Que a menudo no se resuelve a su favor a pesar de que la leamos desde su punto de vista, que es el de una víctima de algo que no puede evitar. Como cuando cuenta cómo se siente dando una absurda conferencia, explica que lo hace por dinero y luego lo publica. Y eso último es lo que le da sentido a todo el proceso y lo vuelve honesto.
viernes, 15 de mayo de 2020
Te va a explotar el corazón
Ella sabría que se jugaba la vida a cada paso que la alejaba de casa y que también se la jugaba a cada hora que pasaba en casa. Y luego resulta que también se estaba decidiendo mi existencia.
Lola pasearía por calles transfiguradas que ya no eran las de junio. Leería alborozo insensato, pero esperanzador, en las risas de unos; y se reconocería en las miradas de inquietud y hambre futuro de otros. Entraría en el mercado para comprobar, unos días, que las lechugas seguían siendo del verde del jade y, otros, que al cartel de la pescadilla se le había caído la ce.
viernes, 24 de abril de 2020
No se podía saber o que me prohíban éste
Luego descubrimos que el jefe tenía otro jefe. Y que quería que escribieras para él aunque ni le llegaras a conocer. Ese jefe de tu jefe tenía a su vez unos jefes que se llamaban anunciantes. Para él, eran como unas parejas poliamorosas tóxicas de las que te exigen que adivines qué es lo que les va a molestar. Un estrés. El jefe de tu jefe quería que tu jefe se ocupara de que tú escribieras cualquier cosa que no fuera a molestar a sus jefes, a los que les molestaban cosas que no se sabían hasta que lo vieran. Por si acaso, que no bailaras mucho. Luego, con ese pequeño porcentaje de lo que sobraba, podías ya escribir para tu ego (acababa mal) o incluso para los lectores.
Parece complicado, pero enseguida se te interioriza en la cocorota y hasta en los dedos. Es el ciclo de la vida y no hace falta que te lo digan cantando: la primera vez que ves a un león comerse a una gacela ya lo pillas. La prueba es que ningún texto mío ha vuelto a acabar en un cajón. Si acaso, sale como saldría uno de un accidente en un barranco: sin patas, sin brazos o sin ojos. Pero sale. Los periodistas teníamos un motivo para pasar de buen grado por el aro de jefes y jefes de jefes. La pasta. No el gran dinero, entiéndaseme, solo la calderilla para ir tirando, para financiar, por ejemplo, los modestos michelines que ahora estoy tratando de quitarme de encima.
Justo cuando lo ibas entendiendo, detonaron las redes y con ellas lo que al principio se llamó periodismo ciudadano, que supongo que incluía la opinión ciudadana, y que ya nadie se ha atrevido a volver a llamar así. Lo de estos ex periodistas ciudadanos siempre ha sido más altruista, lo hacen por nada, por vanidad, que ya ves tú, es tan poca cosa que la derrota un espejo tarde o temprano. A ellos les faltó durante un tiempo lo fundamental de todo esto: los jefes, los jefes de los jefes y los patrocinadores de los jefes de los jefes. Ahora, por fin, parece que se los van a poner. Si no se los ponen estos, otros se los pondrán. Están en ello. Con la amorosa y entusiasta asistencia de toda una generación que no cree que la libertad de expresión sea un derecho tuyo que nadie pueda tocar, si no un medio como otro cualquiera, como un abucheo o una porra, para combatir al MAL. A base de poner un poco de aquí y (sobre todo) quitar un poco de allá. Así que la cosa está en decidir quien decidirá lo que es EL MAL Sean los que sean los que lo consigan no son los tuyos. De verdad que no. Pertenecen a un club en el que no estás y (créeme) no quieres estar. No sabes las cosas que hay que hacer para llegar hasta ahí.
Total, que como resulta que lo que haces ya es gratis, no se te puede motivar con despidos ni con (si eres freelance) bajarte tu asignación para espaguetis de Barilla a Hacendado. ¿Qué está peor pagado que escribir gratis? Que pagues por ello. Se llaman multas. O en su variante vacacional, chirona. Se probó con los raperos coprógrafos, un poco con los cómicos que moqueaban banderas, y hasta se hizo una cata a ciegas con titiriteros y tuiteros sueltos que hacían chistes sobre el Alka Seltzer, Carrero Blanco y así. Se confirmó para todos siempre que esos todos rechistaran a una autoridad sagrada, pongamos un concejal de tu pueblo o un guardia municipal. Por mal nombre se le puso Mordaza, que era una pista. Como fue un exitazo (un exitazo hoy es que una salvajada no saque a casi nadie de la siesta), ahora ya está democráticamente al alcance de cualquiera que pasee por la calle y mire torcido. Pronto habrá más, porque queremos más.
Como periodista experimentado, puedo ayudarte a que no la cagues, a que aprendas cómo se hace esto sin que te cueste mucha pasta. En tu poder tienes dos herramientas que nadie te va a querer prohibir: la crítica a lo que tus jefes quieren que critiques y la alabanza a todo lo demás. La primera es un arma complicada, porque está sometida a vaivenes. Si te pillan con el paso cambiado puedes acabar en el lado de la trinchera en el que caen las bombas. Yo le dejaría este recurso a los profesionales, que saben cuándo hay que saltar del barco y cuánto rato ponerse de perfil antes de dar todo el giro sin despeinarse. Hay que olisquear el momento justo en el que pasar de defender lo indefendible con incorruptible vehemencia a defender lo indefendible contrario con idéntica convicción. No es fácil, pero, ante la duda, haz lo que haga Risto Mejido.
En cambio, la alabanza es una bendición. La alabanza no pide límites ¿A quién le desagrada un piropo? Bueno, en ese lío ya nos meteremos otro día. El caso es que la alabanza es propia de ángeles, el hossana, el optimismo ciego, quedarse con lo bueno de la vida, ver lo positivo para atraer lo positivo, como recomiendan 9 de cada 10 autoayudadores.
Ya quedó claro que si te nace un rap con alguna rima con la palabra ladrones hay que contenerse y canturrear a Amaral un ratito hasta que te suba el ánimo de escribir lo contento que estás de que los reyes sean menos medievales que en el medievo y crean en el progreso que, bien entendido, empieza por la propia abundancia. Añadiré que si un rey no se ocupa de matar elefantes ¿quién lo va a hacer entonces? Las calles estarían llenas de elefantes, uno se te colaría en el super, otro te quitaría el sitio de aparcar, otro te apachurraría. ¿Ves? Así se hace.
Puede que sientas la tentación de calificar de bananero que la mujer del número uno del partido sea la número dos del partido; de pensar que aunque fuera la mujer más preparada del país para el cargo debería apartarse en favor de la segunda más preparada. Incluso cínicamente podrías considerar que así, qué sé yo, los votos de quienes tienen ojos en la cara no se evaporarían. Pienses lo que pienses, nunca escribas un poema satírico con tus conclusiones: haz una oda alabando los valores familiares de quien pone el amor por encima de todo. El amor conyugal, que ese sí que es bravo.
Y si sospechas que las manifestaciones del 8M fueron el motivo por el que se retrasó la cuarentena, por favor, detén tu malpensanza, porque el CIS dice que el 97 % de los españoles está de acuerdo con que todo está bien hecho. O sea, que lo dice la ciencia. Y tus suspicacias van a ser carísimas.
Si en tu comunidad autónoma a nadie se le ocurrió mirar en las residencias de ancianos por si había algún enfermo hasta que se paso por allí el ejercito, adhiérete al quién lo iba a imaginar, viejos enfermándose, con lo resistentes que parecían en la posguerra. En cambio, dale bola a lo que sí se está haciendo: fotos, muchas fotos. Con aviones, en Ifema, en despachos que supuran eficiencia, delante de un atril o de un espejo. Para entretener tu confinamiento se arriesgan a saltarse el suyo y cuarentenas y reales decretos y lo que haga falta. Piensa en el futuro, porque nuestros amados líderes ya están pensando en el suyo. Puede que lleguen la ruina y el hambre (no metas la pata, el término oficial va a ser “desaceleración calórica”), así que vamos a necesitar nuevas y patrióticas fuentes de ingresos. Con su ejemplo, nos podríamos convertir en una potencia mundial en selfis. Podremos exportar influencers. O comérnoslos.
Si lees que a una asesoría laboral en semiquiebra se le han dado millones de euros para comprar material sanitario o que las mascarillas encargadas a Ruining Trade (nombre real) eran de juguete y han enfermado y puede que matado a unos cuantos sanitarios de nada recuerda (y, sobre todo, escribe) que el gobierno prometió no dejar a nadie atrás. Que qué mejor manera de pelear contra la ruina que ayudar a empresas así, que es que lo estaban pidiendo.
En fin, que si quieres llevarte las manos a la cabeza por la improvisación, porque se dijo que las mascarillas eran placebo solo porque no las había, porque a día cuarenta de la cuarentena los sanitarios sigan vestidos de bolsa de basura y con una mascarilla a la semana, recuerda que eres español. Uno de nuestros valores nacionales alabados por la prensa seria durante décadas es la capacidad de improvisación. Eso es lo que nos hace tan creativos. ¿Se imaginan a un europeo del norte improvisando? No pueden. Igual eso les está viniendo bien en tiempos de pandemia, pero, ay, en las artes. Las artes aquí son un prodigio, todo improvisado, todo sin método ni razón ni base. Es como si el arte naciera cada día. Escribe sobre eso.
¿Y esos discursos? ¿Dónde se han visto discursos tan fervorosamente patrióticos, tan líricamente épicos? No se oía nada así desde tiempos de Churchill, de De Gaulle, de Kennedy. Por eso los hemos tenido que traer de entonces. Por si acaso no teníamos otra cosa que alabar, tenemos los discursos. Directos a (o de) los libros de historia.
Como se ve, el truco es tan sencillo y gratificante como ponerse positivo. Por lo que sé, les va mejor a los que empiezan con ello antes de que se lo pida el jefe. Hazlo. Pero solo si estás vivo.
miércoles, 25 de marzo de 2020
Prefacio
La visita del Gaviero. Álvaro Mutis.
sábado, 7 de marzo de 2020
Un plomo de calaveras
domingo, 9 de febrero de 2020
Tan superguay
Llevo una temporada acompañando de cerca y mirando con lupa lo que han hecho mis amigos, David, Aitor y María. Y lo que han hecho son tres grandísimos libros, cada uno en lo suyo. Considerando eso de que pierdan o no la guerra han ganado los manuales de literatura, ahí están ya, con su nombre en la portada, su ISBN y su ejemplar en la Biblioteca Nacional. Mientras que lo mío es un átomo perdido que encoge a medida que internet se hace infinito y mis palabras infinitesimales. ¿Y si salto a la pista a ver qué pasa? Saltar a la pista a ver qué pasa siempre ha sido una cosa muy mía. También, bailar como un zombie que ha visto un cerebro bonito y cantar como un gato que está triste y azul, pero ahora no es el momento de recordar eso.
Hoy llegaré a lo de la mexicana, que es un vermut, con unas bonitas ojeras que no van a ayudar nada, porque estuve horas dando saltitos en la cama mientras lo planeaba. Es el momento de que si has llegado hasta aquí me dejes tu opinión. Tienes todo un infinito barrizal de anonimato en el que ponerte tan sincero como te gustaría serlo en la vida real así que ¿por qué no? Corre antes de que esto se convierta en un granito de arroz, una micra, un neutrón, un paramecio, un microchip nipón.
sábado, 8 de febrero de 2020
SEFUD: Jueves, 23 de enero
Anoche, después de aparcar el patinete, cogí un bus, me bajé en una parada que no era y, admirablemente, cogí otro patinete hasta casa. No rompí nada más.
jueves, 30 de enero de 2020
Si esto fuera un diario (SEFUD): Miércoles 22 de enero
Como con María. No le gusta la idea de que un escritor que no conoce presente su libro. La última vez, Ray Loriga supo ver un montón de cosas en su primer libro, lo que habla muy bien de Ray Loriga y nos da un poco de autoridad a los fans de María. Esta vez Ray está ilocalizable, Juanra me ha contado que tiene toda la colección de problemas: salud, dinero y, a saber, amor. A María le dicen en la editorial que proponga un nombre de autora para que presente su libro. Ella da un nombre, la editorial le dice que no está disponible y María anula la presentación en Madrid. Me fascina la cabeza de María cuando toma decisiones que los demás ni nos plantearíamos. No es que vaya contracorriente, es que va por otro río.
Si algo ha quedado claro esta temporada es que me hacen más ilusión las presentaciones de los libros de mis amigos que a ellos. Claro que para mí es una fiesta que me pone de muy buen humor, solo tengo que sonreír, dar abrazos y beber, pero tampoco entiendo que ellos se lo tomen como un examen. Le digo a María que es una pena, que quizás debería verlo como un cumpleaños al que va gente de distintas épocas de su vida (como los míos), que podría presentárselo un amigo y rodearse de otros amigos y pasarlo bien; que no va de vender libros ni de promocionarse, es solo una fiesta. Cambia de idea y me pide que se lo presente.
Yojana me escribe para contarme que Aitor está muy nervioso con lo de su libro. No tiene presentador todavía y queda una semana. Le escribo que debería tomárselo como una fiesta, que se lo presente un amigo etcétera. Escribo a David para decirle que tenemos que quedar con Aitor y calmarle un poco. Está muy liado, pero, como David es David, anula lo que tenía y quedamos por la noche en el bar de Mario para poner un poco de orden y cerveza en el asunto. Llego un poco tarde y ya lo han arreglado todo. David ha tenido una gran idea: que se lo presente un amigo. Se lo van a presentar él y Pedro. Yo reivindico la idea como mía y saco el mensaje en el que se lo decía a Yojana varias horas antes. Tengo esa cosa cansina e infantil de resaltar mis méritos más allá del decoro, más con los asuntos menores que me importan hasta el delirio, los de los amigos, que con los profesionales, que también. Es uno de esos tics que ya a estas alturas no me voy a quitar de encima nunca. Quiero pensar que no es demasiado molesto para los demás, con la excepción de cuando hago un regalo y persigo incansablemente a la víctima: "¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?, ¿te ha gustado?" hasta que le obligo a encontrar maneras prosopopéyicas de expresar su dicha y su agradecimiento infinito y ya me quedo tranquilito. Y en la cama, ni te cuento.
Se van todos, pero yo me quedo. Mario y su bar han sido un flechazo. Dice Aitor que vamos a acabar de novios. Se niega a comprar red bull para mis copas, pero me deja traerlo de casa. Charlamos de nosequé hasta la hora de cerrar o hasta que me empiezo a poner incoherente y me saca el reloj. Con tanto red bull, para mí está amaneciendo, así que me voy a asomar a Malasaña, a ver quién hay y qué está abierto. Me cruzo con un patinete y por algún motivo me parece una idea brillante motorizar la ronda. Después de esquivar precariamente todos los bolardos, veo a lo lejos, en San Bernardo, un coche de policía. Como cuando circulas con un patinete no sabes cuántas cosas de las que estás haciendo son ilegales (probablemente todas), doy un giro en redondo optimista de más y me voy a la mierda. Se me ponen los morros, que es con lo que paro el suelo, como los de Carmen de Mairena; el cuerpo, ay, crujientito; y la mano de escribir, tonta. Aparco el patinete justo ahí, fingiendo una dignidad que ya se me podía haber ocurrido antes.
lunes, 2 de diciembre de 2019
Me lo dije
sábado, 2 de noviembre de 2019
Maneras de levantarse
sábado, 3 de agosto de 2019
Tlön, Uqbar, Orbis Tertius versión Ed Wood
Hoy, la fase REM, interrumpida por un trallazo de sol en la cara, me ha sugerido un cuento: alguien que vuelve a su pueblo tras fracasar en Madrid o fracasarle Madrid -lo he visto tantas veces-. En el autobús medita sobre todo esto. Al llegar a la casa familiar le espera su padre que no es su padre. Se da cuenta enseguida, aunque lleve la misma ropa y ocupe su lugar. Habla con él y le gusta la conversación, no es su padre, pero le vale ese tipo, por qué no, se lo queda. Pero el primer día que sale a la calle con él y le dice a unas vecinas “estoy aquí, con mi padre”, su mirada de asombro le deja claro que no va a colar. Porque su nuevo padre es negro.
Le he dado todas las vueltas del mundo para que suene menos estúpido, pero es que es tan profundamente estúpido que ni rascando con KH7.
Estoy intentando hacer un libro de cuentos, pero sólo me salen chistes, y me siento todo el rato el Ed Wood de la literatura fantástica.
sábado, 25 de mayo de 2019
Lucía y el amor
jueves, 2 de mayo de 2019
Optimista
jueves, 14 de marzo de 2019
Era
Abrí esto por casualidad
https://virgenyfurioso.blogspot.com/2002/09/era-la-feria-de-conil-al-medioda.html
Y recordé todo. Recordé, por ejemplo, la cuesta desde la feria y la luz de Conil -eso es fácil-. Recordé la moto de alquiler, el feto y el pescador. Recordé los segundos que tardé en volver a entender cómo se usaba el ratón, el frío de aquel ciber, la premonición indefinida que vi en la pantalla. Recordé que ella me acarició el pelo mientras me llamaba tonto.
Recordé ese día de hace 16 años como si pudiera tocarlo.
Y eso es lo que pasa.
Doctor Manhattan
De no pertenecer a no ser hay un pasito que ni siquiera das, pero que si lo dieran por ti ya ni sabes si dolería o daría igual.
Y entonces, otra vez ¡otra vez! sales a la calle para cualquier cosa y la luz rebota en tus gafas de sol y choca con lo alto de los edificios y el movimiento calienta los músculos y apadrina las zancadas largas y hacia el final de José Abascal te espera -no lo sabías- un amigo, alguien que te quiere bien. Miráis hacia los viejos tiempos hasta que se ponen nuevos.
Y pides otra ronda.
viernes, 22 de febrero de 2019
viernes, 25 de mayo de 2018
viernes, 17 de noviembre de 2017
Vuelvo a Madrid
lunes, 9 de octubre de 2017
Los cuentos que nos contamos
jueves, 20 de julio de 2017
Apégote leche
jueves, 20 de abril de 2017
La belleza está en el interior
lunes, 27 de junio de 2016
Hay opiniones que se generalizan de un hachazo. Cuando la revolución francesa, se descubrió de golpe que le podías cortar la cabeza a un rey y más cosas cuando le cortaron la cabeza a un rey e hicieron más cosas.
Y luego hay otras opiniones que nacen en un despacho y tienen una ruta diseñada. Las que tienen éxito adquieren vida propia y se matizan, se transforman, se quedan. ¿Para qué quieren tanto dinero los partidos? Pues para eso, hombre: la opinión pública se puede comprar con la financiación legal o ilegal de partidos e instituciones. Y si no has entendido eso, se te queda esta cara de idiota cuando lo vuelven a hacer.
lunes, 7 de diciembre de 2015
Díselo con bombas
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Límites
Podría empezar esto hablando de loquemepasó. La píscina de la que no sales porque estás nadando hacia el fondo o porque ni quieres ni quieres querer, la sensación de que todo ha seguido rodando y tú te has quedado ahí, agostado, y ya no entiendes cómo se hacen las cosas, la duda razonable de si te habrás vuelto loco, la certeza falsa de que te vas a quedar así para siempre, blablablá; ya está contado. Y si nadie ha entendido loquemepasó, yo el que menos, no me voy a poner ahora a explicarlo, a hacer como que sí. Todo lo más, puedo buscar la cita de Erich Fromm sobre la necesidad de pertenecer a algo para no acabar majara. Somos raritos, de los raritos que ni siquiera tienen muy claro cuándo lo están siendo. Hacemos cosas tontas para encontrar un sitio, vosotros las vuestras, yo, por ejemplo, procurarme una tertulia literaria, querer jugar al cadáver exquisito, subirse a la mesa a recitar, hacer el poliamor cuando no existía. Hemos tenido nuestros ratos de aparentemente encontrarlo, El Primero de carrera con estrippókers en los coches y revolcones compartidos en la hierba, hasta que el suelo volcó; el del blog inicial en el que parecía que no estabas solo y podías escribir tanto como te diera la mano; el de aquella chica con la que te fuiste a vivir, la que sólo usaba tangas y se inventaba diminutivos. Pero al final te hacías a la idea de que ahí tampoco.
que mi barba de vagabundo y yo sólo estábamos dando un rodeo y que estamos de vuelta.
domingo, 8 de noviembre de 2015
Bastante idiota
Hablaba con Lía el otro día sobre esa sensación de que todo se ha acabado, de que ésta era mi última oportunidad, de que nunca nunca nunca he querido de esa manera. De que nunca volveré a sentirme así ni a encontrar a nadie como C, nadie con quien quiera tener tan abiertos los ojos, con quien estuviera tan seguro de que cada minuto eran los buenos tiempos y lo eran para siempre.
Y en lo que hago el inventario de lo que nunca tuve y, aún así, he perdido, C escribe sobre mí con la indisimulada intención de hacerme daño y habla de mi “maldad”, de mi “veneno” y de mi “sucio egoísmo”. Y de mi “torpeza”, y ahí sí que tengo que estar de acuerdo: soy bastante idiota cuando se trata de relaciones humanas, lo demuestro una y otra y otra vez, lo demuestro demasiado como para no saberlo. Porque lo hago a propósito o porque no sé hacer otra cosa.
Uno podría meterse en una cadena infinita de reproches, preguntarse qué es lo que legitima toda esa superioridad moral, cuántas veces ella se preocupó por mí en los días en que nos alegrábamos de vernos, qué gestos, qué caricias, con qué cuidados expresó esa limpia generosidad que parece oponer a mi “sucio egoísmo”. O también podría ser coherente con lo que defiendo siempre y hacerme a la idea de que un texto literario es un estado de ánimo fugaz y no se puede leer de la manera en que lees un reglamento municipal. Un texto-estado de ánimo, uno en el que donde pone “sucio egoísta” hay que leer un collage de palabras con la rabia del autor. O del lector, depende. Cuesta creerlo ¿verdad?
Si yo fuera tan egoísta, tal vez el constatar que ella lo está pasando mal no sería lo que me doliera lo primero de todo. Y tal vez no me entristecería más que ninguna otra cosa el que ésa sea la imagen de mí con la que va a quedarse para siempre, la de un mal recuerdo.
Dice Lía que esto pasa todo el rato, que uno cree que nunca va a volver a encontrar nada como eso, pero que luego pasa el tiempo y se te olvida ese sentimiento de subsuelo y lo encuentras. Me lo dice mientras nos llueve en la azotea del Círculo y alguien nos ofrece un paraguas y busco una respuesta que no está, claro, entre las gotas de la lluvia que nos asedia y nos empapa la espalda y vacía todas las camas balinesas menos la nuestra. La lluvia, dos de hidrógeno, una de oxígeno y lo que tú le pongas, Ahora todo lo que me dice mi estado de ánimo es que cada vez le pides un poquito menos a las cosas, que desciendes hasta el nivel al que te venga la vida.
Malos tiempos para los optimistas. Pero uno no puede ser otra cosa que lo que es y justo cuando está pagando lo que cuesta todo esto, que es una pasta, con la cabeza baja y todas las ganas de tirar, pisar, quemar la toalla para que quede claro, atisba algo entre las luces de la ciudad -máquina tragaperras, tele sin volumen, brillo de fluorescente-. Y escribe despacito en su móvil: “la mayoría de los chispazos se apagan en la arena, pero hay uno que incendia el bosque”. Terminará en espejismo, claro. Qué amor no lo es, en cuál la materia no será de espejismos y de espejos.
Las versiones y los hechos
viernes, 2 de octubre de 2015
jueves, 16 de julio de 2015
miércoles, 15 de julio de 2015
Un tío normal
miércoles, 7 de enero de 2015
El futuro
domingo, 6 de julio de 2014
Laberinto
se cierra con estrépito
de pájaro en mi pueblo.
Los huesos de las tres que más amé
bucean tierra abajo.
En La boca del cielo
alguien asa unos peces
y se come la playa la marea
mía olvidada de mí.
La chica del Dos de mayo
muerde el labio.
La piscina se rompe
de un cachete panzudo.
El hombre y su navaja,
sentado en la cuneta del Camino.
Un folio hecho de blancos
espera las palabras que limita.
La hora mejor del día
se gasta en un minuto.
Un tiburón ballena
despliega su ala delta submarina
justo enfrente de Holbox.
Los amigos se ríen de sí mismos.
Un suspiro
se deshace en el suelo.
Y, mientras tanto, yo
no encuentro la salida de esta cama.
jueves, 26 de junio de 2014
La Generación Subterfuge en el Día de la Música
Modernos de los de ahora también había en el 25 aniversario de Subterfuge en Matadero, pero eran sólo una gota de barba en el tupido y variadito océano de madrileños -madrileño es cualquiera- botantes. La mitad del festival me la paso preguntándome a quién habrían venido a ver, porque una discográfica como Subterfuge tiene cosas muy variaditas (el primer Dover no deja de ser heavy, el primer heavy que sonó en las radios comerciales, las presentan así, mientras que Cola Jet Set son -rebauticemos- cuquipop). Hasta que me lo resolvieron Los Fresones Rebeldes cuando atacaron Al amanecer y el festival entero empezó a darle a la vez: saltos, pogos, karaoke a gritos. Fue como un descorche de la nostalgia hasta para los de 20, que no se sabían más canción que ésa. La gente había venido a darse un garbeo por su propia juventud (o niñez) como profeticé aquí. Debería haberlo sospechado cuando me topé con seis personas vestidas de fresas y con gente aquí y allá con rayas marineras. A lo Fresones. Entonces siempre había que llevar algo a rayas.
Hubo otros momentazos estratostereosféricos y casi todos tuvieron que ver con la canción de otro verano (Serenade de las Dover, Confusion!!! de Cycle...). Luego estaban Annie B. Sweet, con esa manera suya de crear atmósferas como de arroyuelo rumoroso o Carlos Jean, que hizo trotar en el sitio como bakaladeros a los que se quedaron hasta el final del primer día. Y lo mismo para Najwa, hipnótica de ver. Y los Pantones, que me flipan, pero no llegué a tiempo. En RTVE hay un enlace a un resumen del concierto donde salen casi todos los demás.
No queda del todo mal esta generación en los conciertos, ni los de arriba (el escenario) ni los de abajo. Tenemos bastante pelo y casi nos podríamos llamar la Generación Subterfuge y empezar a mandar. Sería la generación que traza un hilo sutil entre los que entonces tuvieron que hacerse ellos mismos un hueco fuera de la música bendecida por la cultura de la transición (y la llamaron “independiente”) y los que, por ejemplo, ahora, votan a partidos poco oficiales.
Alba -que sale en otra crónica mía de otro festival- vio a Ellos por primera vez conmigo, le gustaron más que ningún otro de los grupos que no conocía (casi todos) y se fijó en el detalle de que sus canciones, sobre todo la más energética (Lo dejas o lo tomas), hablan de cambio (o del miedo al cambio o de la afirmación propia en un mundo mareantemente volátil), reflexionan, introspeccionan. Nada que ver con las letras de amor atolondrado de los grupos más poperos, que, a mí, que soy tan fan, me costaba cantarlas en voz alta a plena luz del día. A lo mejor no es mala ocasión para echar un vistazo a qué pasó ahí y a cuál es el motivo de que ésta siga siendo una especie de generación perdida. ¿Fueron los estribillos ñoños? Felipe Fresón saludó: “Han pasado 15 años, pero no hemos aprendido nada. Somos Los Fresones”. Puede que no, que no aprendiéramos nada, pero a lo mejor hemos enseñado algo. Un festival en el que personas con décadas de diferencia entienden el mismo lenguaje tanto como para botarlo todo juntas puede ayudar a entender cuánto somos los mismos.
martes, 3 de junio de 2014
Revers vu
era en esa película
pasaban muchas cosas
todas malas
el chico suspendía
y no tenía amigos
y le echaban de casa
y le mordía un perro
pero al final
(quién iba a imaginarse eso)
escribía algo muy bueno
y lo leía por megafonía
y la chica que era como nadie
que era guapa de otra manera que todas
lista de rayos láser en los ojos
le quería
y todos aplaudían
al final
y se acababa
eso ya lo he vivido
pero justo al revés
jueves, 15 de mayo de 2014
Viaje a Albacete
martes, 13 de mayo de 2014
Eras más divertido
que yo ya no te entiendo
viviendo ahora la vida
que a los veinte
te dejaron a medias
qué pinta esa melena
esas dos putas botas
el beber en la calle
el forzarle el asombro
a las cosas normales
qué otra agenda imposible
estás siguiendo
en qué rincón
de tu averiada alma
es que escondes los planos
ya no sé lo que quieres
antes eras más fácil
-hacías lo que decían-
te has puesto tú a los mandos
ascendiste
a un idiota completo
caminas por las calles
en las que ni siquiera
arruinaste tu vida para siempre
(lo traías de casa)
y te has vuelto un coñazo
con quien no bebe nadie
yo mismo te odio mucho
y lo peor de todo es la manera
en que te compadeces
de lo poco que queda
¿lo estás viendo?
hasta en este poema
ya sólo sobrevives
y lo haces como el culo
eras más divertido
cuando estabas borracho todo el rato
de todo lo que alguna vez soñaste
tan sólo has conseguido
no madrugar mañana
es un descanso
no sorprender a nadie
tienes lo que parece que querías
y sigues excavando
hazte un pozo a medida
yo me rindo
ya no puedo contigo
al fondo hay sitio.
lunes, 31 de marzo de 2014
Un poeta de 18 años
Enseguida me enamoré de una chica. Se llamaba Anne y, no sé por qué, yo la llamaba Rosa. A mi amigo Tito le gustaba también y yo ya tenía una novia peluquera, así que nunca se lo dije.
Vivía en un piso con cuatro chicas de Ondarroa. Había puesto carteles por la universidad y por las calles: "trabajaría a cambio de una habitación y comida". Porque estaba empeñado en que nadie me pagara la carrera y porque pensaba que el mundo funcionaba así.
Creo que nunca llegué a usar el enorme armario de mi cuarto. A un lado de la cama tiraba la ropa sucia, que se amontonaba allí hasta que me iba a Valladolor a que me pusieran una lavadora. Al otro lado iba arrojando los periódicos. Cada día compraba uno diferente. Con chinchetas, ponía por las paredes la página que más me había gustado ese día. También unas láminas que regalaba un diario: una de Klee, el París por mi ventana de Chagall, el cuarto de Van Gogh, la Muchacha en la ventana de Dali y una guitarra cubista de Picasso. Cuando las paredes estuvieron forradas compré un spray de pintura verde y escribí encima de las hojas una frase que no recuerdo. Me quedé sin pintura a la mitad. Era el cuarto de un sicópata. Algunas noches salía a patearme la ciudad, sin rumbo, entraba en algún bar y hablaba con cualquiera, pero otras muchas me quedaba en esa habitación, despierto hasta el amanecer, leyendo y escribiendo.
Supongo que cuando terminó el curso recogí la ropa del lado izquierdo de la cama y me fui para siempre de aquella casa de la calle Labairu, detrás de la plaza de toros. Si me recuerdo bien, seguro que me despedí con algún tonto rito sentimental, un recitado, un mensaje escrito en alguna parte, un mirar las cosas despacio para que no se me borraran.
Hoy estoy con otra mudanza, una mucho más complicada. No me caben los recuerdos, así que los estoy abandonando para irme a vivir a una vida más simple en la que sólo entran una cama, un armario pequeño y un balcón. Y por esos prodigios de las mudanzas, ha aparecido una libreta con algunos poemas que escribí aquel año de mi primero de Periodismo. Hay más en alguna parte, nada que la Humanidad vaya a echar de menos. Pero es bonito releerse después de tanto tiempo, se parece a encontrarse con alguien que conociste mucho, que sabes quién y cómo es sólo con tenerle otra vez enfrente, pero del que sólo recuerdas algunas historias sueltas.
Ese tipo escribía esforzados versos medidos, combinaciones desconjuntadas de nefastos alejandrinos y endecasílabos asilvestrados hasta arriba de tópicos líricos. Contaba las sílabas golpeando los dedos en la cama, sólo para asegurarse de que el ritmo de su cabeza no estaba escacharrado. Copiaba sobre todo a Baudelaire, Darío y Lorca, pero también a los poetas del 50, a Quevedo o a cualquiera que hubiese leído en un suplemento de periódico.
Si existiese el buen Dios que a los hombres crease
y hubiese yo nacido omnipotente
(nunca es seguro si serás Juan o Pedro,
serás pescao o carne)
entonces soplaría uno a uno tus rizos,
creando negros pelos recubriendo tu frente,
que es el estadio en que hacen carreras tus cabellos,
modelaría a besos tus labios de princesa,
más vírgenes que un tallo, más fresas que la fresa,
y cuando ya tuviese hecho el molde del cuerpo
(exacto a lo que eres, con todo tan bien puesto:
uñas que ya no muerdes, chicos que ya no amas...)
pondría fuego eterno gota a gota en tu pecho
(llamas que escalarían desbordando tus ojos,
que de bonitos son el reflejo de tu alma)
y así, tan tú, tan Rosa, tan igual a ti misma,
Venus en cada poro, eterna en ser Anita,
sería alguien exacto a ti en los dulces
tiempos de Primavera
(sólo a la Primavera crearía
en un mundo de arroyos, fuentes, claros,
quizás con manantiales de cerveza,
ríos de zumo y fiestas compartidas).
Y el mundo detenido: a tus pies y en tus manos
Yo, Dios, se haría hombre para rozar tus labios.
Ponerle un altarcito al pasado es una idiotez.
sábado, 1 de marzo de 2014
Besos cortos
lunes, 24 de febrero de 2014
Inventario del naufragio
precisamente hoy, que no da nada bueno.
Paseo por la casa, que es el baño del Nasti,
los restos del naufragio del domingo:
pegotes en el suelo, sal Maldón esparcida,
vasos fosforescentes con azúcar mohoso,
cocaína en el premio de cristal
que me dieron por nada aquel verano
del que ya no me acuerdo.
Las hierbas han tomado la terraza
y la piso descalzo por ver si siento algo.
El frigo tiene adornos navideños,
esquivo bolsas, cajas, ropa sucia,
un libro de poemas con las hojas torcidas
y los versos revueltos.
La habitación en la que nos gritamos,
ahí estuvo su cuerpo rectilíneo,
tan tangente que ahora es una curva
la cama en la que nunca nos quisimos.
Y prometo no hacerlo nunca más
justo un segundo antes de acordarme
de que hay que comprar hielos y limones.
sábado, 15 de febrero de 2014
Sé que quedo fatal reconociéndolo (y si no, para eso ya está el resto del blog), pero este último año probablemente haya sido de dormir más que de follar. Acompañado, digo. No es que me parezca mal, hay finales de noche en que todo lo divertido ya ha pasado hace rato o en que no estás para horas extras o que, puestos en la balanza, te apetece más un 22 que un 69. Y a mí todo eso me pasa mucho, que soy muy nena. No es que me queje, pero ha venido pasando con una regularidad extraordinariamente anormal que casi lo está convirtiendo en LO NORMAL. He dormido sin follar más que cuando tenía novia. Me han ofrecido más cucharitas que comentarios en el blog, y eso que las tengo a todas por lectoras. Chicas que se quitan casi toda la ropa o ninguna y se duermen a tu lado. Chicas que te besan durante horas con la misma vehemencia con la que roncan luego durante muchas más horas a tu lado. Chicas que aparecen en el suelo o en el baño a la mañana siguiente. O durmiendo en una postura mal, con la cabeza en los pies y los pies en el vaso de agua de la mesilla. Chicas que te llevan a su cama, pero sólo para dormir. Chicas con una regla que siempre te toca a ti con la puntería de un francotirador amigo de Pérez Reverte. Ya sé lo que estáis pensando, que ahí hay un patrón. El patrón soy yo,
(inspirado en el post de Rebeca de Pueblo y en un puñadito de noches tróspidas)
jueves, 6 de febrero de 2014
Para ser tan tonta no eres tan guapa
lunes, 3 de febrero de 2014
Mi lugar preferido del planeta (auroras boreales)
Alguien vino a buscarme. Todos se habían ido metiendo en la cabaña hacía rato, estaban alrededor del fuego bebiendo vino caliente. Habían pasado dos horas y estábamos a 30 bajo cero y yo ni siquiera tenía las manos frías.
Cuando volví a Madrid era casi primavera y una chica que no sabía cómo tomarme me esperaba para mostrarme el plano de su próxima vida sin mí. Guardé las fotos en una carpeta como quien entierra un tesoro que sabe que volverá a necesitar en invierno. Muchos meses después, una mañana cualquiera, el ordenador ardió por dentro y todo se perdió. La noche boreal, los pescados voladores del Índico, el verano abrasador del Madrid oceánico al que le puse una camisa de peces. Y aquel amor intenso y doloroso e inexplicable que duró 18 meses. Guardé el disco duro inservible en el cajón donde escondo las cosas que no quiero perder. Como si pudiera ser la manija que abriera aquella Era de dos años y pico que se acababa justo ahí. Si lo miro y me concentro veo posarse frente a mí todos aquellos días como una bandada de pájaros imaginarios. Ahora ya sólo viven en mi cabeza. Hacen de ella una chistera y un campo de fractales. En noches como ésta es un sitio estupendo.
jueves, 23 de enero de 2014
Minas
210 al blog, la tuya en el portal
tú crees que no lo sé, que no me sé las tretas arrastradas
con que lleno de pelos esta almohada
los valses con que sé qué hacer no piso a nadie
qué abrazos se evaporan en el taxi
lo que me cuesta un beso tuyo que cuesta cinco metros
cinco metros más lejos pero es un beso tuyo
di que no me conoces
que de un camaleón tú sólo sabes
de qué color es hoy la pared en que posa
dime todas las cosas que no quiero
y consigue que piense dios que es sólo ella
nadie me mira así tú sigue hablando
de morderte los labios sigue hablando
sigue diciéndome tú y yo no somos nada
no te entiendo la odias o es tu amiga
di los amigos son que no se hacen
tú y yo no somos nada y yo no te conozco
cada noche distinto si tan sólo escribieras
si no existes no existes no existieras
podría amarte tanto si no te conociera
porque no te conozco si no te conociera
cada vez que me das las diez razones
para que no te guste y cierto cierto cierto
me gustas porque sabes por qué yo no te gusto
y el domingo no entiendes que tengo que estudiarte
dime las cosas claras o doy un puñetazo
a esta pared tus dientes la tibieza
y las frases a medias
pero puede que sí que sí te vea
me amarías si no me conocieras